Tengo verdadera pasión por estos arbolillos silvestres que nacen espontáneamente en cualquier rincón de nuestro jardín.
Sufro cada vez que uno de ellos elige un lugar poco adecuado y tengo que eliminarlo. Lo trasplanto a una maceta y busco un padre/madre adoptivo pero esto no siempre es posible.
Son de la familia de las Rosáceas, primos del endrino y del rosal silvestre. Como ellos, son caducifolios y muy espinosos.
En estado silvestre, podemos encontrarlo en los bordes del encinar cantábrico, en bosques ralos, setos, roquedales calizos y canteras abandonadas.
Su tronco es liso y de color gris tirando a verde oliva cuando es joven; cuarteado y más pardo cuando es viejo.
Sus ramas son muy espinosas, de corteza lisa y clara; crecen algo desordenadas en todas las direcciones y las más largas se vuelven péndulas.
Las ramillas laterales crecen formando ángulo recto con la rama principal.
Sus hojas están divididas en lóbulos (el central con tres dientes) y tienen el margen aserrado.
Sus flores son hermafroditas, algo aromáticas y crecen agrupadas en corimbos ( con pedúnculos de desigual tamaño para acabar todas en el mismo plano).
Tienen 5 pétalos blancos, un solo estilo u órgano femenino en el caso de C. Monogyna, dos o tres en C. oxyacanta y numerosos estambres.
Sus frutos son pomos redondeados, de color verde al principio, naranja después y rojo oscuro en su madurez.
Son comestibles, de consistencia algo harinosa y de sabor tirando a dulce. Portan numerosos ácidos, flavonoides, minerales y vitaminas. Se recogen a partir de mediados de verano y con ellos se elabora una deliciosa jalea.
Los ramilletes florales se usan también en infusión como sedante y antiespasmódico, como relajante muscular, para regular la tensión arterial y cuidar la salud del corazón y de las arterias.
Florece en abril por lo que en la mitología antigua representaba el final del invierno y el renacimiento de la vida. Se pensaba que traía mala suerte arrancar un espino aunque puedo aseguraros que si yo sufro cuando arranco uno no es por esa razón ya que no creo en agüeros ni hechicerías…
Aquí en Cantabria se utilizan como cierres naturales para las fincas ya que forman un entramado de ramas espinosas que no dejan que las vacas se escapen del prado.
Por sus flores fragantes y sus frutos muy decorativos, se cultivan también en los jardines.
Se adaptan a suelos pobres y calcáreos, resisten las heladas, toleran muy bien la sequedad y el sol directo, soportan perfectamente la poda y pueden cultivarse en maceta o cajonera, vamos, que si no tenemos un espino en el jardín es porque no queremos y además, no sabemos lo que nos perdemos.