Fresa silvestre
Desde hace ya unos meses que me he guardado una sorpresa, una que me dio a mi la tierra y que de alguna manera, yo os quiero dar ahora. Una sorpresa que brotó de entre las malas hierbas, como una más, como si de otra cualquiera se tratara. Lentamente, con pequeñas hojas se camuflaba, hasta que se dejó relucir con ese rojo pasión que la caracteriza. Pero no salió una común, sino que ha salido la salvaje, la más natural de todas, la que, debido a mi pasión por lo autóctono, ha provocado un desenfrenado deseo de poseerla, de conservarla e incluso de transmitirla. Y ahora que la tengo, que la poseo y que la cuido, os la presento: La fresa silvestre.
Quizás es mi mayor alegría en el huerto en este verano, ya que como he dicho me apasiona lo autóctono, lo natural, lo salvaje. Lucho por embrutecer todas las especies que tengo, predominando la resistencia a las enfermedades frente a la producción. Desearía -aunque supongo que eso todos- unos tomates que no hiciera falta rociar con cobre cada poco, que no necesiten tanto abono y que sobrevivan de manera natural. Soy consciente de que es una especie foránea y que por lo tanto es complicado, pero lo mismo diría de muchas otras especies, como la viña, por ejemplo. Cada día utilizamos más productos para cuidar las plantas, productos que luego van a la tierra, que matan seres vivos -por muy pequeños que ellos sean- y que hacen que a veces nuestra huerta se asemeje más a una industria petroquímica que a un bosque, que es lo que debería ser: tender a lo más natural posible.
Fresa con más hijuelos
Y en esa obsesión por lo natural estas fresas encajan a la perfección. Son como una pequeña plaga. Han aparecido aquí, allí y en el otro lado. Están por todas partes. Y por ello os preguntareis: ¿Y entonces para qué la pones en una maceta? Pues la respuesta es más sencilla de lo que parece, ya que aunque aparezcan por todas partes, normalmente aparece por lugares por los que paso y a la larga acabarían por morir. Seguro que volverían a brotar, ya que si nacen de manera natural probablemente volverán a salir, pero así me aseguro y la dejo entre las otras fresas. Además así me permitirá dividirla de una manera controlada, separando bien los hijuelos.
¿Como hice para sacarla de la tierra? En un primer lugar se me ocurrió tratar de transplantarla como si de un repicado se tratase, pero francamente parecía muy débil. Quizás es porque han brotado este año. La fresa de semilla tarda un par de años en ser una planta como la que solemos ver, por ello normalmente se reproduce por estacas en vez de por semilla. Mi segunda opción, descartado el repicado, fue dirigido a la división natural que ellas mismas hacen por estacas o estolones. Lo hice como una fresa más, colocando una macetita cerca de la fresa madre y semienterrando la planta hija. Se distingue muy bien la madre de la hija, ya que de la principal saldrá una ramita de la cual van naciendo núcleos formados por varias hojas. Dichos núcleos, basta con enterrarlos un poco para que echen raíz y se conviertan, si esperas un poquito, en una nueva planta. Ahora ya tengo una planta hija repleta de más hijitas, por cual las coloqué en una bandeja para sacar más individuos. Espero que así, dentro de poco, pueda replantar fresas salvajes autóctonas de mi casa, y con suerte, poder regalar alguna.
Bandeja para sacar más fresas