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En los oscuros callejones de la ciudad, dos destinos se entrelazaron de manera inesperada. Lucas, un artista bohemio de espíritu libre, cruzó miradas con Mateo, un enigmático hombre de negocios. La tensión fue palpable, un magnetismo misterioso que despertó algo desconocido en ambos.
Las luces parpadeantes de neón creaban una paleta de colores vibrantes en el laberinto urbano. La ciudad estaba envuelta en sombras y susurros, donde los secretos y las historias se tejían entre las rendijas de los edificios altos. Entre esas sombras, dos almas dispares se movían en direcciones convergentes, sus pasos resonando en el pavimento húmedo.
Lucas, con su cabello alborotado y una chaqueta desgastada adornada con pinceles y manchas de pintura, era un espíritu libre que encontraba su inspiración en los rincones más oscuros de la ciudad. Caminaba con pasos decididos, sus ojos brillando con curiosidad y anhelo de aventura. Las calles parecían una extensión de su lienzo, una obra maestra en constante evolución.
A unas cuantas manzanas de distancia, Mateo se movía con elegancia y cautela. Vestido impecablemente con un traje oscuro que parecía fusionarse con las sombras, su presencia irradiaba poder y misterio. Su mirada estaba fija en el horizonte, ocultando un abismo de secretos y motivaciones oscuras. Era un hombre de pocas palabras, sus acciones hablaban por él.
Los caminos de Lucas y Mateo se cruzaron en una intersección de callejones estrechos y decadentes. Fue un encuentro fortuito, pero los ojos de ambos chocaron como si el universo mismo los hubiera guiado hacia ese momento. La electricidad en el aire era palpable mientras sus miradas se conectaban, un choque de mundos opuestos que dejó una impresión indeleble en sus mentes.
— Lo siento — murmuró Lucas, desviando la mirada momentáneamente, pero incapaz de ocultar la chispa de intriga en sus ojos.
— No hay problema — respondió Mateo con voz suave pero firme. No había enojo en su tono, solo una extraña calma que contrastaba con el caos a su alrededor.
Lucas estaba acostumbrado a conversaciones efervescentes, pero esta vez se encontró desconcertado por la falta de adornos en las palabras de Mateo. La simplicidad y la frialdad de su respuesta lo intrigaron aún más.
— ¿Eres de por aquí? — preguntó Lucas, tratando de romper el hielo.
Mateo asintió levemente — Sí, trabajo en la ciudad.
El artista no pudo evitar notar la ambigüedad en la respuesta de Mateo. No era una respuesta típica, pero antes de que pudiera profundizar, un sonido distante captó su atención. Sirenas de policía cortaron el aire, rompiendo el momento.
— Debo irme — dijo Mateo, girándose para alejarse.
— ¡Espera! — exclamó Lucas, impulsado por una inexplicable urgencia — No sé quién eres ni por qué, pero… hay algo en ti que me intriga.
Mateo se detuvo y se volvió lentamente hacia Lucas, su expresión indescifrable.
— A veces, la intriga puede ser peligrosa — susurró antes de desvanecerse en la penumbra.
Lucas lo observó alejarse, su mente llena de preguntas sin respuesta. El encuentro fugaz dejó un regusto amargo en su boca, una sensación de haber tocado algo prohibido. Mientras las sirenas seguían sonando en la distancia, Lucas sintió que había entrado en un territorio desconocido, uno que lo llevaría a un mundo de secretos oscuros, venganza y, tal vez, incluso un amor trágico y retorcido.
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