Errores en el mantenimiento del césped

Este artículo es original de Fernando PGARDENS de Personal GARDEN Shopper

24. Errores en el mantenimiento del césped.


El cuidado del césped, en el curso de todo el año, es la actividad fundamental del jardín, pero también los arbustos requieren, especialmente durante la primavera, alguna que otra intervención.
Sólo los árboles necesitan pocas operaciones: algunos cortes, de año en año, para eliminar ramas rotas, secas, que han crecido mal, y para contener el desarrollo excesivo de la copa, un mínimo de riego, abono y algunos tratamientos.
Entre los trabajos del césped está, en primer lugar, la siega, de la que dependen su orden y su belleza. Descuidar la siega estival puede implicar conferir un aspecto desordenado a todo el jardín. Pero los errores habituales en la siega son innumerables: desde la falta de cuidado de la segadora hasta los errores en la altura de los cortes, la siembra muy rala, el abono y riegos insuficientes.
Todos estos errores, al cabo de poco tiempo, dejan el césped quemado, seco y pelado.
El trabajo principal con los arbustos coincide con las diversas podas, que se deben hacer en algunos antes y en otros después de la floración, con el desbroce de las ramas, y con tratamientos (si fuera necesario) y protecciones.

Los errores en este trabajo periódico en el jardín conciernen sobre todo al tiempo, los modos de ejecución y el uso inadecuado de las herramientas.

1- Es un error dejar el césped cortado sobre la superficie del césped.

Aunque durante los calurosos días de verano, la vegetación se seca rápidamente y podría servir para mantener la humedad de la tierra, siempre es mejor alejar de la superficie los residuos de la siega, pues alteran el crecimiento normal de la hierba, favorecen la proliferación de enfermedades por hongos, el crecimiento mismo de hongos, musgos y vegetación en zonas húmedas.
El material segado podría utilizarse para la producción de mantillo (tipo compost) o como protección del suelo en torno a los arbustos y árboles del jardín (en particular, los que prefieren tierras ácidas).

2- Es un error segar el césped siempre a la misma altura.

Con la primavera el trabajo más laborioso del jardín es segar la hierba. De un corte correcto y eficaz depende no sólo la belleza del césped, sino también la salud y la duración del manto de hierba. La frecuencia y la intensidad de la siega siempre se realizan en función del tipo de gramíneas sembradas y de la velocidad de crecimiento de la hierba, que a su vez depende de la posición geográfica, del clima, del tipo de abono y de las características del suelo.
El crecimiento máximo de un césped no supera nunca el centímetro diario, de modo que se aconseja una siega cada ocho-diez días. Lo idóneo es mantener la altura del manto en torno a los 4-5 cm.
Siguiendo estas indicaciones se necesitan aproximadamente unas treinta siegas al año entre inicios de la primavera y el inicio del otoño.
La regla de oro es cortar poco pero con frecuencia, recordando que las siegas demasiado apuradas, además de debilitar las plantas, hacen amarillear el césped, creando efectos de conjunto poco agradables. El manto de hierba debe mantenerse un par de centímetros más alto en los meses calurosos y secos. También el primer corte (marzo / septiembre) y los últimos (noviembre / mayo) deben hacerse dos centímetros más altos. Estos últimos deben ir seguidos de cuidados especiales, sin dejar en el terreno residuos, para permitir al césped una buena respiración.

3- Es un error no segar la hierba con frecuencia, sobre todo en verano.

Cuanto más frecuentemente se siegue el césped, más estético y decorativo será su aspecto. Un césped bien segado, incluso en los periodos secos, tiene colores más uniformes e intensos. Si el césped está compuesto por plantas de hojas filiformes y es mono filo, los intervalos entre una y otra siega pueden ser más largos.
Si se trata de céspedes polifitos de hojas largas, es indispensable la siega cada cuatro-seis días. La ventaja de las siegas frecuentes, a parte del factor estético, consiste en un esfuerzo menor por parte del jardinero y un desgaste también menor para la segadora. La siega frecuente permite también un mejor control de las malas hierbas, porque impide el florecimiento y la producción de semillas y pone de relieve la vegetación arbórea y arbustiva del jardín. Sin embargo, las siegas frecuentes exigen un riego y un abono más abundante.

4- Es un error segar el césped cuando la hierba está mojada.

Pasar la segadora por el césped después de una lluvia abundante comporta inconvenientes tales como forzar demasiado y la máquina y perjudicar la superficie cultivada, por la posibilidad de que partes del terreno y de la vegetación se adhieran a las ruedas creando hundimientos o llegando a empobrecer el césped.
Deben añadirse, además, la mayor fatiga del jardinero y que las cuchillas se llenan de barro. Por eso, especialmente en otoño, cuando el rocío es abundante, conviene cortar el césped por la tarde, antes de la puesta del sol, con las plantas secas, y esperar algunos días en caso de lluvias o de riego.

5- Es un error segar el césped siempre en la misma dirección.

Con mucha frecuencia, por costumbre o por comodidad, se corta la hierba siguiendo siempre la misma dirección. El resultado, a largo plazo, serán huellas evidentes debido al paso repetido de las ruedas de la segadora, y se producirán desniveles, crecimiento desigual del manto de hierba y agujeros antiestéticos. Por lo tanto, es mejor realizar la siega cada vez en un sentido diferente para distribuir la presión ejercida por la máquina sobre toda la superficie.

6- Es un error no mantener la segadora en perfecto estado de eficiencia.

A parte de la revisión completa que debe hacer el personal especializado al fin de cada estación de trabajo, cada vez que se termina de segar la hierba hay que dedicar un poco de tiempo al cuidado de la segadora. Además de la ventaja de encontrarla en perfecto estado en el momento de utilizarla, se mejoran las condiciones de duración y de ejercicio. Las labores consisten en quitar todos los residuos de vegetación y de tierra que se hayan adherido, controlar el movimiento rotatorio (o del eje), comprobar el buen funcionamiento de las piezas cortantes, lavar y secar el cesto recogedor y lubricar los engranajes más expuestos (pernos, ruedas).

7- Es un error no regar abundantemente el césped durante los periodos secos.

Especialmente en verano, la falta de lluvia puede causar la decoloración del césped, e incluso la muerte de la vegetación. Las siegas repetidas favorecen la dispersión del agua a través de las heridas y, por lo tanto, en general, se precisa más agua. Lo óptimo es el riego de lluvia sobre toda la superficie al menos una vez a la semana en terrenos normales. El agua debe empapar abundantemente el césped y la tierra subyacente (es mejor regar por la tarde o de noche, y en una cantidad equivalente a 3-4 mm de lluvia). Sólo las tierras particularmente sueltas requieren tiempos menos espaciados y mayor cantidad de agua.

8- Es un error no rastrillar cuidadosamente el césped en primavera y otoño.

Antes del inicio y al final de las siegas, coincidiendo respectivamente con el resurgimiento
primaveral y con la pausa invernal, hay que hacer cuidadosas pasadas con el rastrillo para eliminar los cuerpos extraños presentes en el césped y unificar la superficie. Esto sirve para impedir estancamientos excesivos, o coberturas perjudiciales durante el invierno, o daños a la segadora en el verano.
El rastrillado, además, reaviva la vegetación y ventila la capa de tierra inmediatamente inferior al césped. En los suelos compactos, conviene hacer un trabajo de aireamiento verdadero practicando sistemáticamente agujeros en toda la superficie con una horquilla normal. En otoño, estos agujeros permiten que escurra mejor el agua en exceso y que se levante de nuevo la hierba muy sometida a continuos pisoteos.
Por otra parte, en primavera, aireando las raíces se favorece la continuación del crecimiento. Para superficies amplias hay en el comercio unos rodillos perforantes que pueden utilizarse a mano o acoplados al pequeño tractor, que llevan a cabo el trabajo de modo más uniforme.

9- Es un error no retirar en otoño las hojas caídas en el césped.

La operación debe repetirse muchas veces, cada vez que las plantas de hoja caduca pierden las hojas.
El peligro reside en la rápida descomposición que estas experimentan en contacto con la humedad nocturna o con las Iluvias otoñales. Además del amarilleo del césped, provocan la muerte o el marchitamiento de la vegetación que cubren y el desarrollo de elementos patógenos. Las hojas recogidas, una vez secas, pueden servir como protección o para fabricar abono.

10- Es un error no controlar cuidadosamente el césped en primavera.

Un control de toda la superficie del césped, especialmente después de un invierno particularmente severo, consiste en reparar, entre otras cosas, el levantamiento del manto de hierba causado por el hielo. A veces, es suficiente con pasar el rodillo o caminar velozmente sobre la hierba para restablecer el contacto entre las raíces levantadas y la tierra subyacente. Pero si la superficie está dañada, conviene romper (con azadas u sapitos) y desmenuzar la tierra sobre la cual se aplastará (con las manos, los pies o el rodillo) la hierba levantada. Un riego localizado completará el trabajo.

11- Es un error no sembrar el césped todos los años.

Un tapiz de hierba debe presentarse espeso, por eso cada año conviene esparcir una pequeña cantidad de semillas nuevas con el fin de espesar, sustituir y vigorizar la vegetación. Puede usarse una mezcla igual a la utilizada para la primera siembra o también un solo tipo de semillas del tipo que más falte (por ser la más delicada o la más pisoteada). La cantidad corresponde a unos 10 g por cada metro cuadrado. Primero se cubren las áreas más desgastadas y vacías, y luego se distribuye el resto uniformemente por toda la superficie.

12- Es un error no distribuir anualmente por el césped mantillo y abonos.

El crecimiento uniforme, brillante y activo de un césped depende de la cantidad de nutrientes distribuidos anualmente.
Para integrar y mejorar la tierra subyacente al manto, es una buena regla esparcir en otoño una ligera capa de mantillo bien tamizado, no más alto de 0,2-0,5 cm, que tiene también la función de proteger las raíces de los rigores invernales y nivelar la superficie cubriendo las zonas con pozos e irregularidades. La Iluvia y las posibles nevadas se encargarán de enterrar lentamente el mantillo. El material puede ser preparado en un rincón escondido del jardín, disponiendo capas de tierra agrícola y estiércol, hojas, hierba segada, etc. Debe dejarse reposar por lo menos un año, durante el cual habrá que removerlo y mojarlo repetidamente. El mantillo también puede comprarse, escogiendo siempre según el tipo de tierra (arcillosa, suelta, etc.).
El abonado se hace preferiblemente en primavera para impedir el lavado invernal, escogiendo un ternario común con una cantidad elevada de nitrógeno (por ejemplo, 2:1:1), que se distribuirá en una o más veces, pero nunca en pleno verano. Las modalidades de distribución son semejantes a las de siembra del césped (cruzar los pasajes). En el comercio, además de los granulados, hay también abonos complejos líquidos que pueden suministrarse con los riegos normales o diluidos en el agua y fumigados. Para los dos tipos es conveniente seguir las dosis (iguales o ligeramente inferiores) aconsejadas en los envases para evitar quemar la vegetación.

13- Es un error no controlar las malas hierbas del césped.

En un tapiz de hierba destinado a durar, se presenta con frecuencia el problema de las malas hierbas, particularmente en las zonas expuestas o situadas en la proximidad de las áreas agrícolas. Si el fenómeno es localizado, e aconsejable extirparlas manualmente, cuando el terreno está húmedo, para sacar la planta completa, incluidas las raíces; si se trata de un fenómeno extendido, conviene utilizar uno de los muchos preparados comerciales (herbicidas selectivos) para evitar que en el curso de poco tiempo las malas hierbas lo dominen todo.

En un césped cultivado durante varios años conviene, ante todo, practicar un abonado extraordinario para reforzar la vegetación. Luego se siega el césped, se riega y, después de algunos días, se distribuye el herbicida sobre toda la superficie siguiendo las indicaciones del fabricante. La operación se realiza sobre vegetación seca y terreno mojado para una rápida y mejor absorción del producto y para su eliminación veloz antes de que el sapo se los coma. A las especies cultivadas, el herbicida no les causa daño alguno; en cambio, las malas hierbas morirán a los pocos días. Transcurrida no más de una semana del tratamiento, se realizará una siega.

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