La responsabilidad de las ciudades en la calidad del aire y las iniciativas francesas

El informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) alertaba hace pocos meses del aumento de muertes prematuras por problemas de contaminación y mala calidad del aire en las ciudades. A pesar de los esfuerzos que se están haciendo en las grandes urbes, aún hay un largo camino por recorrer y construir ciudades verdes a la vez que inteligentes, es la es la dirección que las políticas públicas deben tomar si queremos que el mundo siga girando y dejar algo para las generaciones que aún no están siquiera dibujadas.

Según dicho informe, en 2016 murieron 487.000 personas en Europa por motivos relacionados con la contaminación. En España se ubicaron 31.520, que no son pocas. Es complicado comprender el alcance que tiene la contaminación atmosférica directamente para las personas, pero lo cierto es que las cifras están ahí, la boina se ve sobre Madrid, Barcelona, Valencia y otras ciudades, y los planes de movilidad para fomentar una mejor calidad del aire parece no bastar.

Esto es porque, desgraciadamente, el cambio climático ya ha llegado, con temperaturas más altas, con menos lluvias, con caprichos que no hacen más que avisar que aún no son suficientes los esfuerzos de los gobiernos.

Y la realidad es que pasamos demasiado tiempo sometidos al tubo de escape de miles de vehículos todos los días, provocando atascos inmensos, congestiones y perfilando una columna de humo cada día a hora punta.  Y se siguen utilizando métodos de calefacción no sostenibles, a pleno rendimiento estos días, mientras que el sol y el viento siguen congelados cual Walt Disney, esperando que alguien les vuelva a activar.

Por fortuna, parece que todas las campañas de sensibilización no han caído en saco roto y ya hay una corriente que es cada vez más consciente del problema, como si hubiesen despertado. Estos son los que van en bicicleta o en transporte público en lugar de ir en coche, estos son los que hacen la compra llevando las propias bolsas, estos son los que prefieren productos de proximidad y son los que saben que las ciudades las hacen las personas y abogan por una recuperación del espacio público.

En Francia, hace un par de años, entró en vigor una nueva ley para las nuevas construcciones. Éstas, de un cierto tamaño, debían comprometerse a tener un jardín en sus cubiertas, de este modo, las plantas hacen el edificio mucho más eficiente y con menos necesidades energéticas, ya que ejercen de aislante.

Y esta no es la primera iniciativa rompedora que lleva a cabo Francia. Hace un par de años también se leía que, para fomentar los desplazamientos al trabajo en bici, se incentivaba a los trabajadores o con algún dinero extra o con días de vacaciones, una apuesta que no deja indiferente a nadie y que, además, sus beneficios redundan en toda la sociedad.

En España, algunas empresas han empezado a hacer políticas parecidas a través de la gamificación, integradas en los planes de movilidad empresarial, se ven también algunos “techos verdes”, pero nuestros colegas franceses nos llevan ya un tiempo de ventaja.

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