Su origen se remonta a los inicios de la Iglesia Católica cuando se acostumbraba a celebrar el aniversario de la muerte de los mártires. No fue hasta la llegada de Gregorio III, 731-741, que se fijó el 1 de noviembre como fecha única para celebrar el aniversario de todos los santos.
A la hora de escoger las flores que entregaremos a modo de ofrenda debemos tener en cuenta una serie de circunstancias:
Se puede optar por la flor que esa persona prefiriera en vida o, si se desconoce este dato, de los tonos que más le gustarán. No creas que los colores llamativos están fuera de lugar, todo lo contrario, pueden simbolizar la naturaleza enérgica y carismática del difunto.
Ya sabes que cada flor tiene un significado asociado, así que estaría bien parar un segundo y consultar aquellas que mejor reflejen su forma de ser, la relación que teníais o emitir algún mensaje (blanco, paz y aprecio; azul, consuelo y calma).
Más allá de estas cuestiones existen unas flores 'típicas' que siempre serán un acierto: rosas, claveles, calas, crisantemos, lirios...
El ramo tendrá una única cara para poder posarlo sobre la lápida y, las flores que os indicaba en el párrafo anterior, se podrán acompañar con hojas de camelia.