Tarde de verano...

Viento, viento, viento... Hace gotear las hojas que este verano ardiente desprende de los arboles. Encienden los picaflores pequeñas vibraciones en la tarde apacible. Abejorros y avispas se despiden del sol dandose en el aire rapidos baños de luz. Ya se han ido otros pajaros, ordenando sus vuelos con gritos repetidos.
   Madreselvas y jazmines permanecen abiertos entre el verde follaje. Las Don Diego saludan esparciendo su aroma desde el estampado imposible de sus flores abiertas.
   A esta hora, casi no parece verano. Se alejaron muy lentos los calores de la siesta y aun la luna no sale. Anunciara en el cielo su presencia esperda como el fantasma de una perla gloriosa.
   Nada ha dejado el viento en los jardnes. Hasta tiro, furioso, los racvimos floridos de la lagerstremia rosada. Ya no hay rosas y apenas la inocencia d algunas flores blancas se asoma distraida.
¡Ah la delicadeza del picaflor amado que bebe suavemente sin dañar la belleza!
   Otra bandada pasa. Tan solo queda ahora el aura de los rayos del sol tras los tejados, por los arboles altos, en el cielo agrisado.
   Hasta mañana vida... Se ha dormido el verano...
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