No podemos contemplar un bonsái como una rareza botánica. Al contrario, nos tiene que trasmitir las mismas sensaciones que podríamos sentir al contemplar a uno de sus hermanos mayores en plena naturaleza.
Conviene aclarar a los que no son aficionados o se están iniciando que no existen plantas especiales para bonsái, sino que cualquier planta leñosa, sometida a unas determinadas técnicas y siguiendo unas normas artísticas, es susceptible de convertirse en un bonsái que nos proporcione el placer de contemplar un árbol con toda su grandiosidad, a pesar de su pequeño tamaño.
Cultivo y estética
En el mundo del bonsái, hay que distinguir bien entre cultivo y estética. Con el cultivo atendemos a las necesidades de nuestro árbol para que viva y se desarrolle de manera saludable, proporcionándole una correcta situación, riego, sol, aire, abono, etc.
Por su parte, con la estética, proporcionamos al árbol la forma que él nos sugiere, intentando con técnicas, como la poda o el alambrado, reproducir los ejemplos que podemos encontrar en la naturaleza, trasmitiendo a esta auténtica obra de arte nuestra propia personalidad.
En el momento de la formación de un bonsái no ha hecho sino comenzar nuestra relación con él, y como ser vivo que es, tendremos que atender a sus necesidades a lo largo del tiempo. Todo ello nos da la satisfacción de contemplar día a día el cambio y desarrollo de cada uno de nuestros bonsáis, en cada estación y a lo largo de los años, aumentando nuestra sensibilidad y respeto a la naturaleza.
Utilizando cualquier método de reproducción de plantas, como semillas, acodos o esquejes, podemos comenzar a trabajar en la creación de un bonsái, siendo éstos, materiales de partida lentos, pero con grandes satisfacciones. Los plantones de vivero son también una buena solución, más rápida que otros métodos. En los centros especializados encontraremos las plantas apropiadas y, si lo necesitamos, consejo sobre cómo introducirnos en este arte.