La reproducción se da por medio de la polinización de plantas ya que, forman semillas que, a su vez, pueden convertirse en nuevas plantas. En las flores, los estambres forman espermatozoides, que se denominan granos de polen o simplemente polen, una sustancia que tiene que ir a parar a los estigmas o pistilos femeninos de las flores, donde se encuentran los óvulos. Aunque a menudo suele haber estambres y pistilos en una sola flor, la autopolinización es algo muy poco común. La Madre Naturaleza prefiere la polinización cruzada y emplea toda clase de astutos sistemas para conseguir este fin, como, por ejemplo, los diferentes periodos de maduración del polen y de los óvulos. Y si nace un fruto procedente de la autopolinización, éste se suele caer anticipadamente.
De colibrí a cactus
Muchas flores dejan hacer el trabajo a los insectos para lograr la reproducción (que vuelan de flor a flor cubiertos de polen). A veces incluso los encierran dentro de ellas para volver a soltarlos cuando haya tenido lugar la polinización. Los pajaritos más pequeños del mundo, los colibríes, polinizan las flores de algunos cactus. Si éstos se extinguieran, esas variedades de cactus también estarían condenadas a morir, puesto que son incapaces de reproducirse de otra manera.
Polen en el aire
A veces hay grandes nubes de polen flotando por el aire, procedentes de las llamadas plantas anemófilas. Éstas forman una cantidad enorme de polen para que se lo lleve el viento. Esto quiere decir que no tienen necesidad de insectos ni tampoco hace falta atraerlos para la reproducción. Por consiguiente, las flores suelen ser poco llamativas en cuanto a su forma y color, y además no huelen. Casi todas las gramíneas y muchos árboles de bosque son anemófilas. Para los que sufren la fiebre del heno esto no será ninguna novedad, ya que son alérgicos al polen suspendido en el aire.
Naturaleza inteligente
La mayoría de las anemófilas tiene flores masculinas y femeninas en el mismo árbol. Las inflorescencias femeninas suelen encontrarse en los extremos de las ramas, las inflorescencias masculinas, más adentro en las plantas y en la parte inferior de las ramas. Esto también evita, en parte, la autopolinización no deseada. A la naturaleza, desde luego, no le falta inteligencia, ni mucho menos: se anticipa a todas las circunstancias. Pero cómo lo hace sigue siendo un misterio.