Porque si hablamos de viñedos, las rosas son grandes aliadas. Te invitamos a que leas la nota y te vas a enterar porqué.
Sembrar rosales entre las vides o a los extremos de las hileras es una costumbre que data del 1851. En ese año se propagó en los viñedos de Europa el hongo “oídio”, que se originó en Inglaterra.
El oídio es un hongo que ataca a varias plantas, la característica es que la hoja suele mancharse.
Durante siglos los monasterios estuvieron ligados a la vid. Cultivos de vid se encontraban cercanos o alrededor de los monasterios.
Los monjes cistercienses, en Bordeaux, Francia eran maestros en el cultivo de la vid. Ellos realizaban un estudio importante del suelo, observaban su ciclo, empleaban la poda en las viñas y las cuidaban con arte y dedicación.
Ellos aprendieron a aplicarle una solución de azufre a las viñas para combatir el oídio.
Hoy en día esta manera de cuidarlos sigue estando vigente. Los rosales además de ser decorativos, son los primeros en enfermarse y por eso se plantan en los comienzos de las hileras. De este modo, alertan al viticultor de un posible hongo o son las que muestran todo su esplendor cuando el viñedo está sano.
Ya sabés, la próxima vez que visites un viñedo vas a saber el porqué los rosales se encuentran en varios de ellos.
Fuente: http://buenosvinos.org/2018/07/05/la-vina-y-la-rosa-una-amistad-eterna/
“Creo que son muy felices los hombres que nacen donde se encuentran los buenos vinos”
Leonardo Da Vinci
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