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Alina era una arañita que había nacido sin una de sus 8 patitas. Por supuesto, había nacido con hermanas y todas ellas, incluso sus padres y amigos arañas tenían las tradicionales 8 patas, pero ella no, y esto, por supuesto, le impedía caminar al mismo ritmo que los demás, la volvía más lenta al correr y jugar en la escuela, lo que le ganaba las burlas de sus compañeros. Era siempre la última
que escogían para los juegos en equipos, nadie quería pasar tiempo con ella por ser diferente y aún cuando sus hermanos y hermanas la intentaban animar, Alina sentía que ellos también la veían diferente, solo que no se burlaban por ser parte de su familia.
Un día, Alina decidió saltarse la clase de Tejido con Tela para que no se rieran de ella si se retrasaba en las instrucciones de la maestra, así que se fue a caminar entre la hierba alta y disfrutar del sol que salía por fin luego de toda una semana de lluvia. Allí estaba ella, admirando el destello del sol en las gotas de rocío en la hierba cuando escuchó el suave crujir de unas ramitas. Al voltear hacia atrás, lo único que pudo ver fue una gran zarpa dirigiéndose hacia ella a toda velocidad.
La pata terminó por derribarla y permaneció sobre ella, por lo que todo lo que pudo hacer fue comenzar a gritar:
-¡No, por favor! ¡No! ¡Déjame, no me mates!
-No pienso matarte -le respondió una voz suave, como un ronroneo. Alina miró hacia arriba y, luego de enfocar bien sus múltiples ojos, se dio cuenta de que sobre ella, tenía un gran gato negro, oscuro como las nubes de tormenta-. Solo quiero jugar contigo -añadió el enorme gato
-¿Jugar? -repitió Alina, extrañada- ¡Casi me aplastas!
El gato retiró de inmediato la pata y ladeó la cabeza.
-Perdóname, suelo jugar rudo, así estoy acostumbrado. Me llamo Nube
-Alina -respondió ella- ¿Qué haces aquí? Nunca te había visto.
El gran gato negó con la cabeza rápidamente.
-Casi no salgo porque a mi humana le gusta tenerme en casa, solo me dejó salir a tomar un poco de sol. ¿Y tú? ¿Qué haces aquí sola?
Alina dudó, pero el gato parecía no notar que no tenía una pata, o ya se habría burlado de ella.
-No tengo ganas de escucharlos reírse de mí -dijo en voz baja.
-¿Burlarse? ¿Por qué?
Alina, de mala gana, le mostró sus 7 patitas sin decir nada.
-Ah, ya veo -dijo Nube con un tono de lo más tranquilo que hizo que Alina volteara a mirarlo.
-No tengo una pata -explicó, pensando que el gato no lo sabía.
-Sí, ya lo noté -replicó Nube, sentándose para lavarse la cara con la pata.
-¿Por qué habría de hacer eso? -respondió Nube, sin dejar de lavarse la cara.
Alina dudó.
-Todo el mundo se burla de mí por no tener 8 patas, como todo el mundo. Nadie quiere jugar conmigo, se ríen de mí a mis espaldas Ya no quiero ser así, desearía ser normal.
-¿Para qué? -Nube hablaba como si realmente no entendiera el dilema de Alina.
-¿Cómo que para qué?
-Eres diferente, Alina. Especial, ¿por qué querrías ser como todos?
Alina respondió de inmediato.
-Quiero jugar con mis amigos, no quiero que me miren diferente. Deseo tener la pata que me falta.
Nube se puso de pie de un salto.
-Entonces ven conmigo. Sé de alguien que te ayudará.
-¿De verdad? -preguntó Alina, sorprendida- ¡Vamos! -agregó sin dudar.
Nube y Alina comenzaron a caminar, pero pronto Nube cambió de posición para ubicarse a la derecha de Alina. Pareció tan apurado por hacerlo que ella no lo cuestionó pero tampoco le pasó desapercibido. Tras un rato de andar entre la hierba, por fin llegaron a una cabaña de aspecto curioso.
-Llegamos -dijo Nube, viendo fugazmente a Alina-. Sígueme -la instó mientras cruzaba la puerta de madera entreabierta.
Alina lo siguió adentro de la cabaña con algo de duda, pero confiaba en su nuevo amigo.
El interior de la cabaña lucía armonioso, del techo colgaban algunas ramas y atados con flores de muchos colores. Más allá había una mesa y tras ella, un agradable fuego en una chimenea rodeada de más hierbas.
-Aquí vivo con mi humana -le explicó Nube-, iré a buscarla, ella seguro va a ayudarte.
Tras decir esto, se perdió en la siguiente habitación, pero no demoró mucho y cuando volvió, lo hizo seguido por una anciana vestida de negro pero de rostro amable y con un sombrero muy curioso, terminado en punta.
-¿Qué tenemos aquí? -saludó con voz algo ronca, acercando su mano a Alina, quien, no sin algo de temor, se animó a subir por sus dedos.
La anciana acercó a Alina a su rostro y le sonrió.
-Nube me ha dicho que quieres recuperar tu patita, ¿verdad?
-Ya no quiero que se rían de mí -confesó Alina.
-Pero si nuestras diferencias son lo que nos hace especiales, Alina -respondió la anciana-. No debemos avergonzarnos de ellas.
-Pero nadie quiere jugar conmigo porque soy lenta, me falta una pata y quiero recuperarla, ¿usted puede ayudarme?
La anciana pareció pensarlo un momento.
-Claro que puedo, pero creo que tengo algo mejor para ti.
Alina dudó. ¿Qué podía ser mejor que tener sus 8 patas y ser como todos?
-¿Qué es?
-Te daré un don, uno muy especial. Te otorgaré el don de aceptarte a ti misma tal cual como eres, a quererte sin importar lo que digan los demás -tras decir esto, la anciana agitó la mano sobre Alina y una especie de polvillo pareció caer sobre ella, luego, la dejó sobre la mesa, al lado izquierdo de Nube.
-¿Qué fue eso? -preguntó Alina.
-Querernos tal cual como somos no es fácil, Alina -dijo Nube-, algunos tuvimos qué aprenderlo a la mala -entonces, volvió completamente su cara hacia ella, entonces notó que le faltaba un ojo.
-Nube -exclamó.
-Hay personas muy malas en este mundo, nos hacen daño de muchas maneras, pero algunas de ellas las podemos evitar. Afortunadamente, no todos son malos -agregó, mirando a la anciana con una sonrisa-. Ahora sabes que no debes permitir que se burlen de ti -continuó él, nadie puede hacerte daño sin tu consentimiento.
-Y lo más importante: debes aceptar tus diferencias, ser diferente no es malo -agregó la anciana.
Alina sintió como si un peso saliera de su corazón y de pronto, los comentarios y burlas que había recibido toda su vida, no importaron más. Se sintió renovada, no permitiría que la volvieran a hacer sentir mal por ser diferente, ahora tenía el apoyo y la amistad de Nube y la anciana del sombrero chistoso.
Ella era especial y ahora tenía un don: quererse tal cual como era.
No te reproches si eres diferente a tu amigo, tus padres o tus compañeros, eres alguien único y ser único es un don .