Estos oasis entre el asfalto y los ladrillos nos hacen retornar a los orígenes, y también sirven para que los niños descubran que las verduras no nacen en los mercados. Además, resulta gratificante comprobar día a día cómo van creciendo, y que algo que era una pequeña semilla se terminará convirtiendo en una gran planta.
Cualquier persona de cualquier edad puede trabajar su propio huerto, y se puede hacer, además, utilizando recursos reciclados (macetas vacías, agua de lluvia). Por lo que animo a los que todavía no se hayan decidido, porque resulta una actividad gratificante.
¿Tienes tu propio huerto urbano?