Los jardines no sólo son estupendos por su belleza, sino porque, como la vida, se aprecia llegar a la meta pero sobre todo se ha de disfrutar del camino. Una cosa fundamental para empezar a crear nuestro 'bosque' personales es conocer los tipos de suelo que existen, ya que estos son la base sobre la que trabajamos.
Hay diferentes tipos de suelo que nos permitirán que crezcan unas u otras plantas. Desconocer esto puede hacer que no obcequemos en plantar algo que no puede echar raíces en nuestra tierra.
En los tipos de suelo están los arcillosos no son los mejores para plantar ya que son suelos bastante impermeables que no dejan pasar el agua: cuando llueven se encharcan y con el calor se agrietan. La arcilla da lugar a suelos embarrados que suelen necesitar algún sistema de drenaje.
Pueden agarrarse a estos, las plantas aromáticas y medicinales cuyas raíces llegan hasta las capas más profundas. Es el caso de la menta, la melisa, el sauce o el nogal.
Las superficies limosas tienen un alto contenido en limo y son muy fértiles. Son menos compactas que las arcillosas y en ellos puedes plantar lechugas y arroz.
Los suelos arenosos no retienen el agua y ésta se filtra rápido hacia el interior, con lo que suelen necesita mucho riego. Son aptas para este tipo de zonas plantas aromáticas como la salvia, romero o lavanda.
Una combinación de los elementos anteriores- arena, limo y arcilla- da lugar a los suelos margosos. Esta es la tierra preferida de los jardineros pues mantiene en parte la humedad y la permeabilidad para las capas inferiores.
Si tu suelo es gredoso, tendrá un alto contenido en carbonato cálcico. La tierra será ligera y tendrá un buen drenaje. Aquí sembrarás orégano, salvia, hinojo o enebro.
Por último, existen los suelos pantanosos, que son aquellos que se mantienen siempre más o menos inundados y resultan nada viables para la siembra, porque, además de los problemas obvios, tienen poca riqueza mineral. Allí se encuentran juncos, valerianas, sauces o, incluso, plantas carnívoras.