De hecho, hoy debo confesar (como la Pantoja) que el tomillo del post de la semana pasada ha pasado a mejor vida...
Sorry, como los del anuncio de Ikea se ve que soy una "asesina de plantas", peeeero, como bien dice mi norma, sólo crece aquello que yo no quiero o que no he planeado que crezca, normalmente malas hierbas de todo tipo, pero hoy os voy a hablar de algo que me ha dejado tan ojiplática como algunos números del Circo del Sol: ¡¡¡La elegancia de una cebolla!!!
Hace meses, preparando una tortilla o ensalada, cogí una de las cebollas del cesto, pero estaba tan llena de raíces y brotes que decidí tirarla.
Antes de llegar al cubo de la basura, me dio pena ese entusiasmo por la vida de la pobre cebolla y decidí ponerla en la jardinera (al lado de mi triste romero mustio había sitio de sobra, para qué nos vamos a engañar...).
Y allí quedó sin más, sin enterrar, sin un mísero vaso de agua, sin orientación al sol, ni nada de nada.
Y es que las cosas más simples pueden ser extraordinarias, porque ahí hubiese quedado la cosa, pero, cual patito feo de Andersen, mi cebolla demostró que ella no había nacido ni para formar parte de una ensalada ni de mi historial de plantas mustias.
En un par de días, cuando volví a salir a la terraza, había echado raíces y además un montón de brotes, pensé, "genial, ya tengo brotes para las ensaladas".
Y así tan maja mi cebolla, nos ha estado nutriendo de brotes para dar sabor a todo tipo de platos durante el invierno.
Con los brotes yo ya estaba feliz, pero cual es nuestra sorpresa (está claro que por muchos veranos que hayamos pasado en el campo, hortelanos no somos) ¡¡¡cuando empieza a dar flor!!!
Mi cebolla chuchurría que no servía para ensalada, ¡¡da flor!! y no una, nooooo, ya llevamos cuatro, y son preciosas.
Nos han dejado con la boca abierta a los cuatro, "mira mamá, tu ajo ha dado flor" (mis hijas está claro que tampoco son hortelanas.. ajo, cebolla, en fin...).
Así que la regla se ha cumplido irremisiblemente, lo que yo no compré, ni planté, vivió plenamente sin ningún cuidado, mientras veía agonizar a su lado a mi tomillo, orégano y varias flores plantadas con todo el cariño y el mejor fertilizante del mundo.
Me dejó tan asombrada que no pude resistirme a hacer una foto cada mañana de cómo cada capullo se iba abriendo de esta forma tan increíble, así que antes de preparar el desayuno, cada día hacía mi foto en plan "National Geographic" :-).
Y es que cada flor está formada por cientos de flores diminutas, la verdad es que es un proceso precioso.
O al menos a mí me lo parece, porque ahora que está tan de moda el tema "coaching" con frases tan grandilocuentes como "disfruta de las pequeñas cosas de la vida" o "find the joy in the ordinary", yo debo tener una capacidad muy grande para ser feliz con cosas absurdas, como salir cada mañana a ver crecer a mi cebolla.
Y es que llegar a Madrid para descubrir que las cebollas tienen flor se merecía un post :-) pero me digáis que mi patito feo no se ha convertido en un cisne bien bonito!! vamos, que no las corto y las pongo en un jarrón porque para algo que sobrevive, no nos vamos a arriesgar, pero no tienen nada que desmerecer a cualquier otra flor, ¿¿no os parece??
Por supuesto, ya he plantado tres más :-), de hecho se ha debido correr la voz porque hoy he ido a la cesta de las cebollas y me he encontrado esto (!!!):
Ya había oído hablar de huertos jardín con repollos de colores que decoran y otro tipo de plantas de huerto decorativas, pero sinceramente nunca me había imaginado toda la elegancia que puede contener una cebolla.