Pero por más que me muera de las ganas de sacar mis plantas de la guardería y graduarlas en la huerta, primero hay que aclimatarlas (hardening off en inglés), es decir, exponerlas al maravilloso y al mismo tiempo intimidante mundo exterior.
Durante aproximadamente 3 meses mis verdes bebés han crecido bajo la vigilancia constante y celosa de esta madre sobreprotectora, la intensidad de las luces de germinación artificiales, la
estabilidad de la temperatura interior de la casa y un ambiente libre de amenazas. Esto es aceptable mientras germinan y se desarrollan pero tal y como lo hacemos los humanos, algún día las plantas deben dejar el nido de mamá y defenderse solitas allá afuera, por lo que hay que prepararlas con algunas semanas de anticipación para el gran día del transplante.
De las luces artificiales al bello Sol
Durante el primer mes, mis plántulas están expuestas 100% a la luz artificial de mis luces de germinación puesto que mis días de invierno aquí en el Norte son bastante cortos y aparte de todo la intensidad de la luz no es muy constante que digamos, no siempre puedo contar con días despejados y un Sol resplandeciente.
Con el pasar de los meses, y como si se tratara de una perfecta coreografía, nuestras horas de Sol van aumentando mientras mis plántulas van generando su primer par de hojas verdaderas. En ese momento empiezo a sacar las plántulas de la incubadora y las sitúo justo a lo largo de mis ventanas más soleadas para que vayan acostumbrandosea la luz del verdadero, inigualable y poderoso astro. Inmediatamente se puede notar lo mucho que les gusta porque sus hermosas y tiernas hojas lo buscan ansiosamente, sus tallos se inclinan hacia donde sea que la luz viaje… ninguna pieza de tecnología por más sofisticada que parezca podría reemplazar su magnificencia.
El camino al mundo exterior
Ya para la época de las últimas heladas, el tallo de mis plantas se ha desarrollado lo suficiente como para desprenderse en ramas y hojas. Incluso ya empiezan a mostrar su propia personalidad: las hojas de las tomateras Brandywine se vuelven más anchas y crespas mientras las del Moneymaker crecen planas y tornasoladas.
Pero una cosa es crecer en la comodidad de un ambiente controlado y otra es enfrentarse a la vida real en el mundo exterior. Por eso es importante la aclimatación.
Una vez la temperatura promedio del día se sostiene por encima de los 10℃, el desfile de plantas de la casa al balcón empieza. Las primeras que salen son las especies de clima frío como los puerros, los repollitos de Bruselas, el cebollín, la rúgula, el bok choi, las acelgas y la espinaca. Luego, cuando la temperatura sube a los 15℃ empiezo a sacar a las especies de clima cálido como los tomates, los zapallos o ahuyamas, pepinos, pimentones, berenjenas, zucchinis, uchuvas y melones.
Las saco durante el día y las guardo en la casa nuevamente durante la noche. De esta forma los estímulos del mundo exterior las ayudan a desarrollar los mecanismos de defensa que necesitan para resistir la fuerza de los elementos.
El día del transplante
Generalmente yo transplanto durante la última semana de mayo y la primera de junio, y aunque es uno de mis momentos más esperados del año, es también el más intimidante y hasta nostálgico: es como despedir a tus hijas para que enfrenten solitas el mundo exterior después de haberlas mimado por tanto tiempo en casa.
Amar muchas veces también significa dejarlos ir