(Imagen/ Flickr: M. Martin Vicente)
En los jardines de Aranjuez el tiempo pasa muy despacio,y allí, donde es posible perderse de la mano de la naturaleza, donde las rutinas diarias se olvidan gracias a la tranquilidad del entorno, donde los pulmones se llenan de aire puro y limpio. Estos lugares, anhelados por los que están cansados del ruido, pueden estar más cerca de lo que imaginas.
Uno de estos lugares especiales (los jardines de Aranjuez) se encuentra al sur de la Comunidad de Madrid muy cerca del límite con Toledo, a caballo entre dos provincias muy diferentes entre sí.
Llos jardines de Aranjuez son uno de los más bellos del mundo, no en vano los tres que presentamos regalan postales de auténticos paraísos. La variedad vegetal y el amplio abanico de especies arbóreas, junto al catálogo impresionante de flores, se mezcla con fuentes de piedra y mármol coronadas con estatuas de personajes mitológicos clásicos.
Jardín del Príncipe
El encargado de poner en marcha este espacio privilegiado de la villa de Aranjuez, fue el monarca Carlos IV. Se trata de un pulmón verde de gran extensión que sigue líneas paisajistas inglesas y francesas de finales del siglo XVIII. (Conoce las características del jardín inglés y del jardín francés en estos reportajes).(Imagen/ Flickr: M. Martin Vicente)
Podemos acceder a este jardín por varias entradas desde la carretera de la Reina y también por el río Tajo, por medio de embarcaderos y un puente.
El pabellón real data del año 1754 y los cuatro restantes son de la época de Carlos III, con el fin de que los príncipes de Asturias pudieran utilizarlos. En esta época también se unió al conjunto un jardín ochavado. Carlos VI era muy dado a pasear por la zona del embarcadero durante la primavera, una estación especial puesto que todo empezaba a florecer y a llenarse de colores llamativos y olores penetrantes.
Las siguientes ampliaciones corrieron a cargo del afamado jardinero Pablo Boutelou. Si bien la mayoría de las actuaciones que se llevaron a cabo por él hoy en día se han transformado, a Boutelou le debemos la articulación original.
Obra del ingeniero Domingo de Aguirre son el Fortín; muy cerca del embarcadero y, por otro lado, el Castillo. Un dato curioso acerca de este mirador con salas abovedadas y escaleras de caracol realizadas en piedra, es que se quiso revestir de piedra de Colmenar pero fue imposible debido a las pérdidas de la guerra contra los franceses. Hoy en día, este lugar es un restaurante.
Frente a él está el Museo de Falúas, donde se albergan las embarcaciones reales que, anteriormente, estaban ubicadas en la Casa de Marinos, un conjunto muy famoso presente en este jardín que fue iniciado por Carlos IV y restaurado por Amadeo de Saboya. Señalar una pieza de esta muestra espectacular: la góndola 'Felipe V', cuya lugar de origen apunta, según los expertos, a Nápoles.
(Imagen/ Flickr: Jose Alejandro de la Orden)
Algunas de las fuentes destacadas dentro del Jardín del Príncipe son la Fuente de Narciso; reconstruida en 1827 por Dumandre e inspirada en la fuente de origen romano llamada la Fuente de los Sátiros, en Villa Albani, y la Fuente de Apolo, al final de la calle Isabel II e iniciada en 1803, muestra una escultura que se atribuye al siglo XVII y que fue traída desde los jardines de la Granja de San Ildefonso.
Una de las zonas más mágicas de este jardín es la llamada popularmente 'los chinescos'. Se trata de un lago al que se tiene acceso por medio de dos cenadores. El cenador propiamente chinesco fue recientemente pintado con los colores originales. Aunque el que se levanta hoy en día no es el original de Villanueva, sino uno posterior de Isidro González en época de Fernando VII, conserva la planta original.
(Imagen/ Flickr: Jose Javier Martin Espartosa)
El otro cenador, de estilo clásico, debe sus columnas de orden jónico al mármol verde importado directamente de tierras italianas.
Las zonas más interiores del jardín son las más exóticas. Riachuelos artificiales y senderos laberínticos traen al visitante la riqueza botánica de las islas americanas y asiáticas.
A este área pertenece uno de los trazados que más atrae a los turistas: la Montaña Rusa, un montículo artificial al que se accede por una cuesta circular y que está coronado por un templete de madera sencillo.
Jardín del Parterre
Al Parterre se accede gracias a una puerta situada en el pasillo que une el Palacio Real con la Casa de Oficios. El Jardín del Rey, pequeño, cerrado y ubicado en la fachada meridional, viene a completar, junto con otros dos jardines (uno en la parte norte y otro en la fachada oriental), un conjunto al gusto italiano muy similar a otro emplazado en El Escorial, en la Casa del Rey.(Imagen/ Flickr: Francisco J. Pérez)
Fue concebido por Juan Bautista de Toledo y llevado a cabo por Juan de Herrera. Felipe V fue el monarca bajo cuyo reinado se ordenó el trazado del Parterre, concretamente, en el año 1727.
Siguiendo las líneas francesas del ingeniero Etienne Marchand y llevado a plano por Boutelou, el Jardín del Parterre responde a la intención, por un lado y con el río como barrera natural, de mostrar la accesibilidad distante propia del rey y, por otro lado, permitir al cortesano admirar la extensión carente de murallas.
La escultura pronto apareció en los surtidores iniciales del siglo XVIII. En 1745 Dumadre colocó en los dos estanques pequeños más cercanos a Palacio dos ninfas realizadas en plomo obra de Bousseau. El estanque central fue adornado en un principio con un cisne y varios niños pero, ya en el siglo XX, se colocó el grupo escultórico de Ceres proviniente del Jardín del Príncipe.
La fuente de mayores dimensiones es la de Hércules y Anteo, iniciada en 1827. Las estatuas son de Juan Adán.
Jardín de la Isla
El nexo de unión entre la fachada norte del Palacio y este jardín es la llamada Cascada de las Castañuelas, obra de Bonavía. Como acceso a la 'isla' se recomienda el puente escalonado, puesto que forma un conjunto barroco perfecto con la fuente de Hércules y las numerosas pasarelas y estanques del siglo XVII.(Imagen/ Flickr: Juan M S)
La estructura definitiva del Jardín de la Isla se debe a Felipe II y a Juan Bautista de Toledo. Las especies con las que se adorna este vergel comenzaron a llegar un año después de Flandes y Francia. También se colocaron frutales procedentes de Andalucía y Valencia.
Fueron muchos los jardineros que colaboraron con el trazado como, por ejemplo, Juan Hoivecq o Jerónimo de Algora.
Al final, la estructuración del espacio se basó en un fuerte eje central rodeado por compartimentos rectangulares que se dividen, a su vez, en cuadrados.
La extensión se planificó de tal forma que consiguió complementar perfectamente la intimidad del jardín con las fuentes bajas, los juegos de agua, los espacios cerrados, las alusiones mitológicas y los rincones adornados con rosas.
El siglo XVIII impuso cambios dentro del Parterre: las galerías de madera se deshicieron dejando el eje central con una simple calle de árboles flanqueados con cuadros de boj. Con Carlos III se unieron al jardín unos bancos de piedra obra de Sabatini.
Las fuentes del Jardín de la Isla
El recorrido por las fuentes que adornan las diferentes plazuelas y paseos dejará al visitante con un recuerdo muy grato. La ordenación de las mismas pertenece al año 1582 pero con los reinados sucesivos se fue cambiando.El aspecto actual tiene mucho que ver con la actuación en 1660 del maestro mayor de obras reales, Sebastián de Herrera Barnuevo. Se recomienda seguir la avenida central para contemplarlas mejor y poder leer los distintivos que las describen, volviendo luego por la terraza sobre la ría.
Herrera Barnuevo colocó la Fuente de Hércules sustituyendo a una previa dedicada a Diana mientras que la Fuente de Apolo, supuesta obra napolitana, está adornada con bellos relieves y una escultura de principios del XVII atribuida a Miguel Ángel Naccherino.
(Imagen/ Flickr: Zakaichou)
La Fuente de las Horas es la más antigua, aspecto que se deduce por su disposición hispanoárabe a flor de tierra. Aunque la mayoría piensa que los números romanos inscritos en los bordes representan un reloj de sol, en realidad indican el juego del Anneau-tournant.
Otro surtidor admirable es la Fuente de las Arpías, levantada por Juan Fernández y Pedro de Garay. La escultura del Niño de la Espina, colocada en el centro, es un vaciado del espinario clásico traído por el propio Velázquez desde Italia.
La Fuente de Venus fue llamada también 'de Don Juan de Austria' puesto que la piedra con la que se construyó la taza alta de la misma provenía del Golfo de Lepanto. Llegó hasta su emplazamiento actual, desde Florencia, en el año 1571 de la mano de Don García de Toledo. El estilo de la escultura que la corona es similar al del manierista florentino Juan de Bolonia.
Una de las fuentes de mayor acogida por el público que visita este jardín, es la de Baco. La escultura del dios del vino, nos alza su copa sentada en el tonel. Fue realizada por Johghellinck. El pie de la misma es obra de Juan de Bolonia que utilizó mármol toscano de Serravezza y se basó en un dibujo original conservado en los Uffizi.
La Fuente de Neptuno está adornada con unas esculturas de bronce que encargó Velázquez a Alessandro Algardi y llegaron al jardín desde el Palacio antiguo de Madrid en 1661. Estos grupos escultóricos representaban a Juno, Neptuno y Cibeles.
(Imagen/ Flickr: Pablo Arias)
Como último dato, señalar que el agua de estas fuentes provenía del llamado 'Mar de Ontígola' a través de una cañería de plomo que fue sustituida por una de hierro bajo el reinado de Felipe V.
De hecho, el obelisco de ladrillo que tanto atrae la curiosidad del paseante, es uno de los 'respiraderos' de la cañería por medio de la cual llegaba el agua.
- En este reportaje te mostramos los jardines de Versalles, otro de los más bellos del mundo.