Limpia y prepara tu jardín
Con la llegada del otoño y el descenso de las temperaturas, el jardín demanda una serie de labores encaminadas a mejorar cualquier aspecto que contribuya a equilibrarlo y ponerlo a punto para la próxima primavera.
Hay que aprovechar estos meses de transición hacia las bajas temperaturas para proteger la superficie de las plantas más sensibles al frío, con cortezas de pino, mantillo o paja; hay que limpiar el jardín, recoger las hojas caídas y las flores marchitas y transformarlas en compost.
También hay que ocuparse de la poda de aquellas especies que la demandan en esta época, como la lavanda, la salvia y algunas plantas perennes de flor; y es imprescindible retirar los bulbos estivales (gladiolos, dalias, begonias), dejarlos secar y protegerlos de las heladas.
No hay que olvidar que las necesidades de agua de las plantas disminuyen en esta época del año, por lo que habrá que espaciar los riegos y valorar si es suficiente con las lluvias caídas. Si el otoño viene pasado por agua, lo más adecuado será suprimir el riego por completo.
Tratar el suelo
El conocimiento del suelo del jardín es vital para saber cuáles son las plantas que crecerán en él, qué exigencias de agua, nutrientes o fertilizantes requiere cada tierra o cuáles son sus limitaciones. Hay que tener en cuenta factores como la textura, la profundidad, la alcalinidad o acidez para prepararlo, enriquecerlo y poder compensar todas sus carencias.
Existen muchos tipos de suelos, es más, cada jardín tiene el suyo propio, con claras diferencias entre unos y otros, aunque puedan parecer similares. Sin embargo, hay dos tipologías básicas que los clasifica en arcillosos y arenosos.
Los arcillosos requieren aporte de arena y de materia orgánica (estiércol, turba, etc.) y en algunos casos pueden ser proclives al encharcamiento.
Los arenosos retienen peor el agua y los fertilizantes que los anteriores, por lo que su necesidad de riego y de nutrientes minerales tendrá que ser más frecuente.
Lo más habitual es el que el suelo no corresponda enteramente a estos dos grandes grupos, sino que pueda tener características de ambos, con predominio de partículas arcillosas o arenosas. En el caso de un suelo calizo, el aporte de turba, lo esponjará de manera notable.
Sembrar el césped
En los climas fríos, el principio del otoño es el mejor momento para plantar el césped, mientras que, en las zonas cálidas, se puede sembrar cuando la estación ya está más avanzada o incluso en invierno.
En cualquier caso, es un momento óptimo para acometer esta faena cuyos primeros pasos son preparar el terreno, eliminar rastrojos y malas hierbas, instalar el riego automatizado y nivelar el suelo.
Posteriormente, se procederá a labrar el suelo a una profundidad de unos 30 cm, y si es preciso se enmendará con abono orgánico o arena, según el tipo de suelo. Después se nivelará la tierra con el rastrillo y se despejarán todos los residuos, piedras, cascotes, palos, finalmente se sembrará la mezcla de semillas, echándolas a mano de forma uniforme.