Son plantas muy apreciadas por las hermosas y llamativas flores que producen: grandes, con pétalos coloreados y que se desarrollan a lo largo de los bordes de las ramas.
Los colores son más bien tenues, predominantemente blanco o amarillo pálido, pero existen especies que también producen flores de color anaranjado o rojo.
En realidad gracias a la hibridación, se encuentran en el comercio híbridos que producen flores de muy variados colores y de dimensiones muy destacadas, simples o compuestas, gracias a años y años de hibridaciones.
A diferencia de los cactus los Epiphyllum no tienen espinas, son plantas epifitas, es decir que en la naturaleza predominantemente crecen sobre los árboles o sobre las rocas, alimentándose del musgo o de la sustancia orgánica en descomposición que logran encontrar y enganchándose a soportes con sus raíces aéreas.
Forman parte de los llamados cactus del bosque pues, a diferencia de los otros cactus, crecen en los bosques y selvas lluviosas y su cultivo es bastante diferente al de los cactus del desierto, no deben estar situados a pleno sol, prefieren una situación luminosa sin sol directo.
Se deben plantar en un sustrato similar al que se forma en las ramas de los árboles sobre los que crecen en la selva, por ejemplo sería ideal el que se usa para las orquídeas, pero uno a base de turba y arena, o mantillo con humus también servirá.
Lo esencial es que el sustrato utilizado no llegue a secarse del todo nunca y tener muy buen drenaje para que no se estanque el agua.