(Imagen/ Flickr: Joi)
Los abonos naturales siempre serpa la mejor opción a la hora de cuidar tu tierra.
El más común de los abonos naturales es el compost derivado de excrementos de animales o residuos putrefactos. Para el huerto, es esencial añadir una buena cantidad de nutrientes al terreno, sobre todo, minerales.
Tradicionalmente para realizar los abonos naturales, los campesinos utilizaban el estiércol en vez de los desechos vegetales. Actualmente lo más común es mezclarlos: por cada tres fracciones de vegetal, una de animal. Otra opción es valerse de plantas, que esparcidas por el suelo se pudren y son una excelente fuente de alimento para la superficie.
¿Cómo lo elaboro?
Es muy sencillo de conseguir, basta con recurrir a restos que encontremos (hojas o frutos caídos, comida, basura orgánica...) y apilarlos agregándoles serrín para que empape la humedad y contrarreste el mal olor.
Es aconsejable removerlos a menudo para que se ventilen y la descomposición sea más rápida ya que suele prolongarse un mes. Contamos con diferentes métodos de aceleración, por ejemplo, incorporar nitrógeno.
La mezcla resultante la pasamos por una criba y así obtenemos el abono. Los restos que queden los dejaremos corromperse durante más tiempo.
(Imagen/ Flickr: suavehouse113)
Abono verde
Enriquecer los suelos es una tarea fundamental y una forma de lograrlo es mediante la plantación de diferentes productos no comestibles, pero que sirven para aumentar la fertilidad del terreno.
Estas especies son las que denominamos abono verde y su empleo es muy sencillo: antes de que florezcan, las cortamos y enterramos. De esta manera, labrar la tierra será más fácil.
Las plantas más requeridas como abono verde son de dos clases:
De invierno: el nitrógeno se adhiere a sus raíces convirtiéndolas en el producto estrella. Son las legumbres (habas) y los cereales (trigo, avena...).
Estivales: en verano nos decantamos por leguminosas (soja) y/o gramíneas (maíz). La alfalfa es también una excelente opción.
(Imagen/ Flickr: normanack)
Arcones de compost
Es muy fácil tener unos arcones o baúles donde podamos ir almacenando residuos y producir abono. Una de las condiciones para lograrlo es que exista contacto directo con el suelo para beneficiar el proceso.
La primera capa es de hierbas y el resto, vegetales y excrementos. A continuación, se cubre con un plástico.
Es necesario regar la superficie ya que la humedad es indispensable y se recomienda añadir algo de tierra para que los gusanos estimulen la transformación.
Construir nosotros mismos los recipientes del compost no reviste dificultad; podemos seleccionar sus materiales a nuestro gusto (madera, cemento...).
Lo imprescindible es que cuenten con respiraderos, que la cubierta o la tapa sea móvil y, como no, que exista roce con el terreno.
Su uso es recomendable pero, si no disponemos de ellos, podemos elaborar el abono en el suelo, recordando su ventilación y riego.
- Todos los detalles sobre cómo hacer tu propio compost en este reportaje.