Feijoa, Acca sellowiana, Guayabo, Guayabo del Brasil, Guayabo del país…todos estos nombres, no se cuál el primero o el más antiguo o el que mejor lo define,
todos ellos corresponden a este hermoso arbolillo o arbusto perenne de la familia de las Mirtáceas al que no me cansaré nunca de dedicar alabanzas y piropos.
Su corteza, de un ocre grisáceo suave y pálido, ligeramente áspera, sus hojas pecioladas, consistentes, lisas, ovoidales, enteras, verde brillantes en el haz, verde grisáceas en el envés,
sus flores solitarias pero abundantes, con cáliz de cuatro sépalos, corola de cuatro pétalos rosados, carnosos y numerosos estambres de color rojo intenso coronados por anteras doradas,
sus frutos verdes por fuera, blanco amarillentos por dentro, jugosos, frescos, aromáticos, cargaditos de vitaminas y demás familia,
todo lo de la feijoa me gusta, me enamora.
El jardín no sería el mismo sin ella, ni el final de la primavera sin sus flores, ni el otoño sin sus delicados frutos.
¿Todavía hay alguien que no ha plantado una feijoa en su jardín? No os dará trabajo, solo satisfacciones. ¡Animaos!