Hacemos ejercicio, pasamos tiempo al aire libre, nos ayuda a controlar el estrés y obtenemos alimentos frescos y saludables. ¿Te imaginas elaborar un sofrito con tomates y pimientos que hace cinco minutos estaban en la mata?, ¿o preparar una ensalada con lechugas y cebollas que hace un momento estaban en la tierra?, más fresco imposible y el sabor te lo puedes imaginar.
Para los niños, es una oportunidad única de aprender los ciclos de la naturaleza y respetarla, las diferencias entre las estaciones, organizar su tiempo… solamente hay que verles la cara cuando fabricas con ellos un molinillo espantapájaros y ven que funciona, o cómo descubren que donde antes había una flor, ahora hay un tomate. Por eso es interesante organizar los cultivos de manera que tengan diferentes momentos de crecimiento para que los niños no pierdan la ilusión del principio, esto permite que desarrollen un manejo adecuado de su tiempo y sepan cómo emplear lo que se aprende de forma dinámica y saludable.
Y finalmente la satisfacción personal al cosechar las hortalizas, al comprobar que todo trabajo tiene su fruto, logrando una sensación de bienestar físico y emocional por poder consumir lo que han cosechado con un poco de esfuerzo.