En invierno vaya, podía pasar. Pero el verano era una selva enmarañada!
Un día apareció con un ciruelo...o eso me dijo él, porque no era mas que un palo sin hojas. Lo había sacado de la ribera del río, porque estaba con mucha sombra y no iba a dar fruta nunca. Pues nada, a buscarle un hueco.
Ahora ya ni invierno ni nada: era una pelea constante de ramas.
En pocos años el ciruelo creció y se fué apoderando del espacio: le hacía sombra al huerto, no dejaba florecer a los lilares, se tropezaba con las ramas del almendro....pero me regalaba taaantas flores cuando la mayoría de las plantas aún estaban dormidas, que se lo perdonaba todo.
Y luego comíamos ciruelas hasta reventar. Nosotros, los pájaros, los vecinos...Eran unas ciruelas pequeñitas negras cuando maduraban y muy dulces.
Pero necesitaba su espacio y decidí quitar muchos de los árboles que había a su alrededor. Mi padre no podía verlo. Cada vez que venía y faltaba algo, ponía morro. Aunque en el fondo sabía que era lo mejor. Pero para él quitar una planta era...como un crímen.
Mi padre murió ese invierno del 2006.
El jardín era un recordatorio doloroso. Dejé de salir, dejé de disfrutarlo.
Pero llegó la siguiente primavera y el ciruelo nos sorprendió a todos. Estaba verdaderamente espectacular. Y nunca había tenido una primavera tan bonita en mi jardín. Qué digo en mi jardín... el campo estaba maravilloso!!!! Y no era impresión mía. Es que todo el mundo lo decía.
Tuve una cosecha especialmente grande de ciruelas y parecía que oía a mi padre diciéndome que la vida es un círculo. Cuando algo termina siempre hay algo que empieza.
Yo veía a mi padre detrás de cada flor, de cada planta, de cada insecto. Y lo sigo viendo. Pero ya no con tristeza. Puede que con melancolía, pero no con tristeza. En cuanto me viene un recuerdo suyo, tengo la sonrisa en los labios. Porque son recuerdos muy felices.
La madrugada del 24 de enero del 2009, dos años y dos meses exactos desde que mi padre se fuera, el ciruelo se fué también. Fué un vendaval el que se lo llevó. Pero podría haber sido otra cosa. A mi padre se lo llevó un cáncer. Pero podría haber sido otra cosa.
La vida continúa. Nacieron niños y se plantaron árboles.
Y yo hice una rocalla...