Las coníferas son árboles o arbustos evolutivamente muy antiguos que aparecieron cientos de millones de años antes que los árboles de hoja ancha.
La palabra conífera deriva del griego: “conus” y “ferre”, que se traduce en “llevar conos”, hace alusión a la principal característica de las Coniferópsidas; poseer estructuras reproductivas denominadas conos o más comúnmente piñas. Las plantas que forman esta familia son las especies forestales dominantes en los climas fríos y de altas montañas.
Las coníferas se encuentran entre las plantas más útiles debido a su madera y otras sustancias como la resina que producen, que se utiliza mucho para elaborar distintos productos industriales. Tienen también gran importancia en la regeneración de bosques, siendo los primeros ejemplares que se introducen en terrenos pobres para favorecer a su evolución y evitar su erosión.
Entre las coníferas se encuentran tanto plantas enanas como árboles gigantes, viven muchos años dando a los jardines un encanto incomparable.
La importancia de las coníferas en la composición de los jardines reside en la gran cantidad de formas, texturas y colores que presentan en sus portes y follajes. Las numerosas variedades de jardinería han sido obtenidas aprovechando mutaciones y variaciones espontáneas de las formas naturales, multiplicándolas por esquejes, acodos o injertos. En algún caso concreto dicha obtención ha sido fruto de un cruce o hibridaciones, que luego se reproduce igualmente de modo vegetativo. Algunas coníferas crecen de manera tan lenta que son ideales para plantar en tiestos y maceteros en los que vivirán con comodidad durante muchos años, siendo muy decorativas con sus grandes figuras verticales o esféricas y otras con sus portes desparramados o colgantes.