El hipérico es una planta que crece de forma natural en pastizales, en prados y en numerosas orlas forestales herbáceas. También en las lindes y en las huertas de frutales que no aramos.
Por esta zona se denomina pericón o hierba de San Juan, porque florece a finales del mes de junio.
Planta de hyperico, en la linde de la huerta
Hypericum spp.
Es una planta herbácea, perenne que puede alcanzar 40-80cm.El tallo es semileñoso, erguido, de color rojizo y se ramifica en la parte superior.
Las hojas son ovaladas o elípticas, opuestas y en el haz presentan glándulas secretoras transparentes y negras.
Las flores se presentan en inflorescencias racimosas. Tienen cinco pétalos de color amarillo intenso, donde podemos observar también glándulas secretoras negras y numerosos estambres amarillos.
Planta de hipérico en flor
Las subunidades florales de hipérico contienen aceites esenciales, cumarinas, taninos (de 3 a 16%), flavonoides, fitoesteroles y otros compuestos entre los que destacan las antraquinonas.
Las antraquinonas son pigmentos (como la isohipericina o la protohipericina) que por la acción directa de la luz solar pasan a hipericina. La hipericina es la responsable del color rojo del aceite de hipérico y de la coloración negruzca de los puntos que observamos en las hojas, en los tallos y en los pétalos de las flores. Es soluble en alcohol y en aceite.
Hipérico cortado, lavado y seco
Aceite de hipérico
Así preparamos nosotros el aceite de hipérico.Recogemos las subunidades florales cuando están bien abiertas. Las lavamos bajo el agua del grifo y las extendemos sobre papel de cocina. Cuando están secas, sin humedad externa, las introducimos en un tarro limpio de cristal transparente. Ponemos aceite de oliva virgen, hasta que queden todas sumergidas. Cerramos el tarro herméticamente y lo ponemos al aire libre buscando un sitio donde llegue la luz solar directa durante parte del día.
Flores de hipérico y aceite de oliva virgen
Removemos varias veces el tarro y si observamos que hay algo de humedad condensada en la tapa la secamos con papel de cocina. Así lo tenemos durante seis semanas hasta que el aceite se vuelve de un color rojo rubí, con tonos anaranjados.
Ayudándonos de una cuchara presionamos los restos de las flores contra las paredes del tarro. Separamos por decantación la fracción líquida, colamos y la pasamos por un filtro de tela.
Ya tenemos nuestro aceite. Lo conservaremos en botellitas de cristal, herméticamente cerradas y las almacenamos en algún sitio oscuro.
Usos medicinales
Según Linneo la palabra “hypericum” procede del griego hypér (sobre) y -eikón (imagen), sería una planta con propiedades “por encima de todo lo imaginable” ya que tenía desde muy antiguo una alta reputación como planta medicinal. Podemos considerar el hipérico como el “antibiótico de la edad media” ya que desde entonces, en forma de emplastos se utilizaba para sanar heridas, en humanos y en animales.Hipérico el antibiótico de la edad media
En el pueblo, tanto el abuelo como varias personas de cierta edad, nos han contado que antes de disponer de los antibióticos a precios razonables (hacía 1950), emplastos de pericón con manteca de cerdo, sujetos con vendas de diversos tejidos, se utilizaban para tratar con éxito las heridas de los animales, sobre todo en los équidos (burros, mulos y caballos) y los bóvidos (yuntas) que se utilizaban para realizar las labores en el campo. Era muy efectivo para curar las “mataduras” y en general para tratar y curar heridas superficiales, rozaduras y quemaduras. No tenemos información de que en esta zona se haya utilizado en medicina humana.
Hay publicaciones científicas, donde se indica que en ratas, el aceite de hipérico mejora la regeneración de tejidos ya que propicia la proliferación de fibroblastos, la síntesis de colágeno y la revascularización.
También se han descrito propiedades antiinflamatorias, antisépticas, antibacterianas y cicatrizantes.
En veterinaria la hipericina, vía tópica, está autorizada para tratar úlceras, eczemas y quemaduras y se puede prescribir en las ganaderías ecológicas. Después de los tratamientos hay que evitar que incida la luz solar directa sobre los animales, porque se han descrito episodios de fotosensibilización.
En humanos la Unión Europea ha autorizado el uso de la hipericina como medicamento para el tratamiento de depresiones leves o moderadas.
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