A finales del verano pasado visitamos el Real Jardín Botánico de Madrid
del que compartí con vosotros la zona de frutales y huerto.
Hoy os quiero mostrar los invernaderos que resultan verdaderamente interesantes.
En el exterior de ellos se muestran ya cactus y plantas crasas, como esos
"asientos o cojines de suegra" también conocidos como "Bola de Oro", "Barril
de oro" o "Cacto erizo" (Equinocactus Grusoni es su nombre científico), que
veis en la fotografía anterior. Siempre me ha hecho mucha gracia el nombre
coloquial que se le da a estos grandes cactus de forma esférica.
¿Por qué será? ;-)
Otras especies propias de climas desérticos están allí representadas: yucca,
chumbera, agave...
Pero donde hay una cantidad importante de plantas propias de zonas más
meridionales es en los invernaderos.
Me encantan estas estructuras con grandes ventanales en paredes y techos,
no sólo como invernadero, me imagino una parte como estudio, taller de
fotografía... Con ese aire industrial y bohemio tan deseado.
El invernadero del Real Jardín Botánico de Madrid recibe el nombre de Santiago
Castroviejo Bolibar, botánico español, profesor del CSIC, miembro de la Real
Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, quien dirigió el Botánico
madrileño por muchos años y estuvo entregado a la investigación científica
hasta su muerte.
El invernadero del Jardín Botánico de Madrid cuenta con tres secciones
contiguas: desértica, subtropical y tropical, que reproducen las condiciones
de temperatura, humedad y luz para el desarrollo de cada tipo de plantas
mediante un sistema de control informático. Las energías empleadas para
su mantenimiento son totalmente limpias.
Además, el Real Jardín botánico de Madrid cuenta con La estufa de Graells o
de Las Palmas, un antiguo invernadero no climatizado construido en el siglo XIX,
durante la dirección de Mariano Graells, para contener plantas no resistentes a
las condiciones climáticas exteriores de Madrid. Reune plantas tropicales,
acuáticas, helechos, musgo...que necesitan un alto grado de humedad
constante y el calor del sol. Esta instalación está estudiada para controlar las
condiciones de manera pasiva: nivel inferior al suelo, orientación sur, pared
norte alta y cubierta acristalada.
Es un edificio con una fuerte personalidad a lo que se une el ambiente saturado
de humedad y la exótica y exuberante vegetación que nos traslada a lugares
lejanos y épocas prehistóricas.
Nosotros no pudimos visitar La estufa de Graells porque estaba temporalmente
cerrada. Excusa genial para acercarnos y disfrutar otro día en el Botánico.
La visita a los tres invernaderos modernos comienza con la sección dedicada
a flora desértica en la que podemos admirar muchísimas especies de cactus,
crasas y suculentas.
El siguiente espacio nos muestra flora subtropical: palmeras, helechos, bambú...
La última sección es la dedicada a fauna tropical y requiere el uso constante
de riego nebulizado para mantener el nivel de humedad que necesitan estas
plantas.
Aquí podemos encontrar una gran profusión de enredaderas y de plantas
colgantes, estas últimas sin tiesto, a la manera de las kokedamas pero
surgidas de modo natural.
Cada sección de los invernaderos del Botánico tiene su encanto aunque a mí
me gusta especialmente esta última porque, a pesar del sofocante calor
húmedo, hace que nos sintamos en una jungla y cada especie resulta
sorprendente y exótica.