Aunque llevo más de la mitad de mi vida en Madrid, hay muchos espacios de
esta ciudad que aún no conozco y que, como os comenté, quiero empezar a
visitar y descubrir.
El Jardín Botánico de Madrid, fundado por el rey Fernando VI a mediados
del siglo XVIII, estaba originariamente ubicado cerca del río Manzanares y fue
trasladado a su ubicación actual y definitiva en el Paseo del Prado (junto al
museo del mismo nombre) unos años después.
Este último septiembre Javier, que ya lo conocía, me convenció para visitarlo y
lo cierto es que me maravilló, tanto que deseé haber podido trabajar allí,
rodeada de verde, plantas, flores y frutos por doquier.
Es más que un espacio de cuidado y exposición de plantas, se trata de una
institución gestionada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas,
que cuenta con una importante colección de especies de todos los continentes
y dispone de uno de los mayores bancos de germoplasma de nuestro país,
realizando estudios relativos a la recuperación de especies, mejora vegetal...
Quizás lo que menos espera uno es que disponga de un completo huerto
perfectamente integrado en el jardín al estar distribuido en tres grandes
parterres, uno con especies aromáticas, otro con especies hortícolas y un
tercero con frutales, que mantienen la misma línea clásica de diseño que
el resto de los parterres del Botánico.
Las huertas están situadas en una zona muy soleada, sin árboles de grandes
dimensiones próximos para evitar la sombra y favorecer el crecimiento de los
frutos.
Y es esta zona de frutales y huerto la que os muestro hoy.
Como corresponde a la temporada que lo visitamos (finales de verano), higos,
kakis, kiwis, manzanas, cítricos y granados estaban madurando en las ramas.
En toda la zona de huerto hay carteles avisando que los frutos no deben ser
tomados, por respeto y por los productos fitosanitarios con los que son tratados.
Además de los estudios botánicos, la finalidad de este huerto es didáctica: los
urbanitas poco conocedores de la vida rural, especialmente los niños, pueden
observar cómo se producen los alimentos que comemos diariamente, al tiempo
que motiva a crear un huerto urbano propio al mostrar que las hortalizas
pueden crecer en las condiciones climáticas que se dan en la ciudad.
Preciosas las moras de plena temporada y aún algunas fresas.
Variedades de Physalis, como el Alquequenje o Farolillo chino, o los más
redondeados miltomate o tomatillos verdes.
Espectaculares las flores de la alcachofa (arriba) y de los cardos (abajo)
con su filamentos morados.
Pimientos de muchas variedades.
Y, por supuesto, tomates, incluida la variedad cherry.
Girasoles con sus semillas (pipas) ya maduras.
La huerta propiamente dicha con las distintas variedades de Brassica (coles),
acelgas, espinacas...
El jardín de aromáticas con especies curiosas como esta albahaca de color
púrpura.
Y, por supuesto, la reina de la temporada otoñal que estaba a punto de
comenzar el día que visitamos el Jardín Botánico: las calabazas.
Muchas y de variedades diversas.
Espero que hayáis disfrutado de este paseo tanto como lo hicimos nosotros.
Os deseo una feliz semana.