Una forma de reducir los riesgos de toxicidad es extremar el cuidado en el uso de pesticidas, fungicidas, abonos químicos y, en general, cualquier producto que pongamos en nuestros árboles. Aplicaremos el mínimo imprescindible y siguiendo las instrucciones del fabricante. Si es posible, es aconsejable dejar reposar el agua antes de ser utilizada, lo que evita fuertes cambios de temperatura perjudiciales para las raíces de los árboles de interior o de invernadero. En el caso de regar con manguera, debemos vigilar que la presión no arrastre la tierra y el abono de nuestros ejemplares.
Si no estamos atentos a la calidad del agua, y la que utilizamos para el riego no es buena, provocaremos distintos desequilibrios en nuestros árboles que se podrían traducir en síntomas, tales como:
- Reducción del crecimiento,
- brotes lánguidos o escasez de los mismos,
- encharcamiento del suelo con el consiguiente peligro de podredumbre de las raíces,
- suelo que no se seca como debe,
- deficiencias en la floración,
- y, en general, falta de vigor del árbol. Como la calidad del agua no es igual en todas partes y varía de unas zonas a otras, si tenemos dudas podemos enviar una muestra a analizar o pedir información en nuestra compañía de suministro de agua.
Para finalizar, diremos que no servirá de mucho preocuparnos por la calidad adecuada del agua si el suelo no cumple unos requisitos mínimos de correcto drenaje, que evite el encharcamiento y facilite la aireación de las raíces, retención de la humedad necesaria y de las sustancias que el árbol precisa para su correcto desarrollo.