Sin embargo, hoy, dos semanas después y con mucho dolor, comparto malas noticias. Este año ha sido particular, he tenido algunos problemas en la huerta y el clima no me ha ayudado mucho.
Las babosas casi acaban con mis recién trasplantadas plantas de repollitos de bruselas, brócoli y pimentones. Como no las dejé salirse con la suya, corrieron a comerse mis lechugas y ahora amenazan a mis papas… agggh!!!.
Mientras tanto, en la cama de al lado la batalla era distinta, mis tomátes sufrieron shock post-transplante gracias a un par de heladas que tuvimos por esos días y que no esperábamos. El túnel de plástico que instalé para protegerlas no fue suficiente y la mitad de mis tomátes se pasmaron y tomaron un color púrpura, casi negro. Aún no las he perdido pero sí les causaron daño y mi cosecha se retrasará al menos dos o tres semanas.
A las berenjenas y uchuvas no les afectó mucho la helada pero sí los saltamontes que, aprovechando la protección del plástico que les puse contra el frío, se dieron un banquete formidable con las hojas.
Como pueden ver, estuve bastante ocupada conjurando todas las estrategias posibles para mitigar los daños en mis vegetales…. Pero lo peor estaba por venir: mientras yo libraba mis batallas anteriores, mis fresas sufrían en silencio la combinación de todas sus pestes posibles y cuando por fin pude prestarles atención, en mi corazón no podía creer tanto dolor.
El recuento de los daños empieza por las hojas. Muchas de ellas, por no decir todas, estaban llenas de huecos. Un cucarroncito negro, poco más grande que la cabeza de un alfiler. En inglés se llama Flea Beetle, pero como aún no he encontrado el nombre correcto en español, le diré por ahora cucarroncito negro. Odioso Cucarrón Negro para mí. Más allá de los huecos en las hojas no encontré otro síntoma pero ya de por sí el daño es terrible y la probabilidad de que estos animalitos le transmitan algún virus a mis plantitas es preocupante.
También noté agujeros en los pétalos de las flores y al mirarlas en su interior encontré estos otros gorgojos con cuernitos parecidos a los de un rinoceronte… de nuevo, sé que se llaman Strawberry Bud Weevil en inglés pero mientras encuentre el nombre correcto en español, los llamaré odiosos Rino-Gorgojitos. Según lo que he leído, estos bichitos son capaces de hibernar durante el invierno y las hembras despiertan en primavera para buscar un lugar seguro en dónde poner sus huevos… y qué mejor que el refugio calientito y lleno de energía que los botoncitos de MIS bien alimentadas fresas!. Como si no fuera suficiente, después de poner sus huevos, estas hembras cortan el cuello de los botoncitos para que caigan al suelo y terminar su proceso de desarrollo… el de sus hijos, por supuesto, no el de las fresas :(.
Aún no terminaba de recoger todos los odiosos gorgojitos negros y los rino-gorgojitos cuando encontré otros huéspedes indeseados, los Spittlebugs, y a falta de un nombre oficial en español, los llamaré las Pulgas del Escupitajo, porque como pueden ver en la foto, se presentan rodeadas de un repugnante salivazo que a primera vista parecería el escupitajo de alguien que al ver tu huerta no encontró una mejor forma de expresar su cochina envidia. Pero antes de reclamarle al vecino por su supuesta mala conducta, revisa bien porque puede tratarse de este bicho poco atractivo. Los Spittlebugs también hibernan hasta que la primavera llega y se anidan en las tiernas hojas de las plantas que empiezan a emerger en ese mismo momento. Para proteger sus ninfas, las rodean de una baba y una vez se han desarrollado, éstas se mudan hasta la raíz de la planta para succionar sus nutrientes.
En este punto, literalmente se me salieron las lágrimas. Mis fresas, mis consentidas, las niñas de mis ojos… estoy a punto de perderlas.
Gracias a su acción combinada, mis plantas de fresa estaban llenas de huecos, sus hojas debilitadas, sus flores ultrajadas y las fresas en proceso de desarrollo… bueno… en realidad no estaban desarrollándose, estaban pasmadas, lo que quiere decir que no tendré cosecha de fresas por lo menos por este mes.
Después de ver estos tres bichos, el hecho de encontrar áfidos -o pulgones, y hormigas ya no disparaban alarmas. No tuve más remedio que ir por mi propia versión de Luca Brasi en polvo: la botella de Tierra Diatomácea. Por alguna razón es orgánico, tiene el potencial de matarnos a todos pero bien manejando es un aliado muy efectivo.
Por ahora sólo espero que la Tierra Diatomácea ayude pero sobre todo, que ellas mismas tengan la fortaleza de recuperarse y salir adelante puesto que finalmente la gracia de mi huerta no es utilizar agentes externos para mitigar un síntoma que no me favorece sino de crear un ecosistema que es capaz de autoregularse a través de la interacción de sus habitantes. No me siento orgullosa de usar la Diatomácea, sólo lo puedo justificar a partir de mi sincero deseo de rescatar a mis preciadas fresas, al fin y al cabo, ellas fueron las primeras habitantes de mi huerta y las que más me han impulsado a hacer de mi huerta un mundo mejor.