La germinación y la recolección de la cosecha son los dos eventos que pueden arrastrarte a la adicción a la jardinería o expulsarte al desinterés total. En cualquier caso, jamás podrás pasar indiferente por mucho tiempo, la curiosidad y el asombro son más fuertes.
Cuando logras hacer germinar una semilla siempre querrás saber hasta dónde crecerá la planta, así que te animas a cuidarla, regarla y fertilizarla. Una vez produce fruto, el sentimiento de satisfacción se quedará contigo hasta la próxima cosecha, cuando empieza de nuevo el ciclo!.
La germinación es un proceso que necesita ciertas condiciones de temperatura y luz precisas que cambian según la especie, por eso no las voy a mencionar. Tampoco quisiera hacer una descripción técnica exhaustiva ya que los biólogos, agrónomos y profesionales especializados pueden hacer un mejor trabajo que yo, simple mortal. De lo que sí quiero hablar es de cómo me ha ido este año.
Como lo expliqué en algunos post anteriores, mi proceso de siembra empieza aún en invierno, cuando mi huerta está cubierta bajo varios centímetros de nieve. Por supuesto, empiezo a germinar mis plantas en el interior de la casa con ayuda de mis luces de germinación.
Las primeras semillas que planto a mitad de febrero son los puerros, pimentones y las uchuvas puesto que estas especies se llevan un buen tiempo creciendo. Este año adicioné los repollitos de bruselas y berenjenas al mix e intenté con los espárragos.
La segunda tanda de germinación empieza a mediados de marzo con tomátes, brócoli, y cebollín (o cebolla larga). La tercera tanda se siembra a mediados de abril e incluye el maíz, las hierbas (cilantro, albahaca, salvia, manzanilla o camomila y romero), zapallo, zucchinis y pepinos. Por último, durante la última semana de abril y la primera de mayo cuando la nieve se ha derretido completamente y si la temperatura del suelo se estabiliza por encima de los 5 grados, empiezo a sembrar directamente en el jardín las zanahorias, rábanos, remolacha, acelgas, papas, bok choi y las verduras de ensalada (lechugas, espinacas y rúgula).
Las niñas de mis ojos
La primera semana de abril es la más feliz ya que casi todas las semillas que he sembrado en la primera y segunda tanda germinan. Es absolutamente bello ver los pequeños y delicados pero al mismo tiempo fuertes y valientes tallos abrirse paso en medio de la tierra que los resguarda. Se levantan vigorosamente erguidos y en cuestión de días dominan el lugar, desplegando con orgullo sus cotiledones.
Este año todas las semillas de tomátes germinaron. T.O.D.A.S! y eso que sembré 5 variedades distinas (Dios me coja confesada!). Los repollitos de bruselas y los puerros no solamente germinaron perfectamente sino que han crecido muy rápido y eso que se supone que son los lentos del paseo. Los pimentones y las uchuvas germinaron aunque su crecimiento es bastante lento y se han tomado su tiempo para generar la hoja verdadera y crecer en altura.
El brócoli y las espinacas siempre han sido los más quisquillosos. No he tenido mucha suerte con la tasa de germinación de las semillas y las que deciden salir a la luz se han tardado bastante tiempo en crecer, pero bueno, no me quejo, lo importante es que germinen, el resto lo puedo arreglar por el camino.
Espinacas germinando
El maíz es la que más me gusta porque apesar de que es una de las últimas en germinar, cuando lo hace pareciera que fuera un cohete directo al cielo. Me encanta ver los tallos totamente erguidos y las hojas alargadas como si quisieran conquistar el mundo! Crecen tan rápido que en un mismo día puedes notar la diferencia en altura.
Repollitos de bruselas Las hierbas también se han tomado su tiempo. La albahaca especialmente, pero ya han retoñado tres de las 10 semillas que sembré. De resto, todas han germinado.
Las que me preocupan
El perejil y las lechugas me han dejado colgada de la brocha, no han germinado y no tengo idea qué pasó. Sin embargo, mis grandes preocupaciones -y decepciones- de este año provienen de las que menos me esperaba: las cucúrbitas, es decir, los zapallos, zucchinis, pepinos y melones.
Generalmente las cucúrbitas sólo toman una semana o máximo dos para germinar y son
Colémbolos, mejor conocidos como mis peores enemigos, felices almorzándose una de mis semillas bastante eficientes a la hora de disparar sus hojas verdaderas. Este año han sido la debacle, aunque tengo que admitir que no es del todo su culpa. Tampoco mía, pero creo que cometí un error de primípara, las puse a germinar en abono de lombríz sin darme cuenta que éste tenía colémbolos, unos bichitos ultra-chiquitos blancos que se comen todo lo que se les atraviese. Pasaron dos semanas después de que los puse a germinar y al ver que no aparecía nada en los germinadores me puse a escarbar y encontré las semillas invadidas.
Casi lloro de la decepción, pero ni modo, lo único que puedo hacer es poner otra tanda de cucurbitas y rogar a Dios que germinen y que alcancen a desarrollarse durante el verano.
En cuanto a los espárragos… tan sólo les diré que ni siquiera encontré las semillas, tan sólo espero que los colémbolos las hayan disfrutado.