En otoño, una de las actividades de las que más disfrutamos en el entorno de la huerta es la de buscar setas. Hemos hablado de las setas de cardo, de las bolas de nieve, de los níscalos y de la amanita cesárea. Hoy lo haremos de un hongo muy abundante en la zona, la macrolepiota, también conocida como parasol o galamperna.
Es una seta muy fácil de buscar porque es grande, alta, vistosa y frecuente en los bordes de los caminos, en las praderas, las lindes de las huertas, los claros de bosques de pinos o de rebollos y de los bosques mixtos. Es muy frecuente en zonas de montaña. Su nombre científico es Macrolepiota procera.
Macrolepiotas
Sombrero
En los ejemplares jóvenes es de forma ovoide, después se va abriendo y tiene forma acampanada y en los ejemplares adultos es aplanado.Su color es primero marrón oscuro y después, al ir creciendo la seta, se va agrietando la cutícula.
En los ejemplares adultos predomina el color blanco y presentan un gran mamelón central con escamas imbricadas y distribuidas por todo el sombrero. Tanto el mamelón como las escamas son de color marrón.
Sombreo flocoso y mamelón en ejemplar adulto
El margen del sombrero es desbordante y flocoso (con flecos).
En los ejemplares adultos el sombrero mide más de 10 cm de diámetro y puede alcanzar los 25 cm.
Laminas de galamperna
Láminas
Las láminas nunca llegan al pie (libres). Son abundantes, apretadas y de color blanco. También se distinguen lamélulas.Esporada de macrolepiota procera
Si dejamos en reposo un ejemplar adulto podemos comprobar que la esporada es de color blanco.
Pie de macrolepiota procera
Pie
Es alto (20 a 35 cm) y esbelto (1 a 3 cm) cilíndrico, fibroso y hueco.Pie fibroso y hueco
Sobre un fondo claro aparecen escamas marrones dispuestas en zigzag. Y en la parte superior siempre está presente un anillo doble, suelto y movible.
La parte enterrada del pie es bulbosa.
Sombrero de 18 cm de diámetro, ya pelado
Consumo
De esta seta solo consumimos los sombreros y las láminas. Recolectamos sombreros de ejemplares adultos colocándolos con las láminas hacia abajo, en una cesta de mimbre.La carne blanca, no cambia de color al cortarla y entrar en contacto con el aire, en boca es ligeramente elástica, nada fibrosa y jugosa. Es una seta muy aromática, con olor harinoso y sabor afrutado, ligeramente dulce.
Macrolepiota lista para cocinar
Preparación
Al cortar los pies con la navaja procuramos que no se ensucien.Eliminamos la cutícula, la cogemos con dos dedos desde la zona del borde y tirando hacia el mamelón se extrae con facilidad.
No la consumimos cruda. Algunas veces la preparamos a la plancha, pero como más nos gusta es cortando en triángulos el sombrero que después pasamos por harina de trigo y huevo batido y los freímos en aceite de oliva. Si no habéis probado estás setas cocinadas de esta forma os animamos. ¡Os sorprenderán muchísimo!
Pequeña lepiota
¡Cuidadito!
En otras entradas de setas hemos dicho que no se deben consumir ejemplares que no hayan sido perfectamente identificados por expertos. En el caso de los parasoles menos ya que hay ejemplares de Lepiotas muy parecidos en la forma que pueden llegar a ser mortales y algunas especies de Macrolepiota son tóxicas.Detalle del anillo de M. procera
Nosotros seguimos estas claves:
Siempre recolectamos sombreros de ejemplares adultos con más de 12 cm de diámetro.
En el sombrero siempre está presente un mamelón y escamas imbricadas de color más oscuro que el fondo.
El pie es alto esbelto, con doble anillo y con escamas en zigzag.
La carne es blanca y no cambia de color al corte.
Las condiciones meteorológicas pueden cambiar el aspecto visual de esta seta, como de casi todas, sobre todo del sombrero. Nosotros ante la duda no las recolectamos.
Macrolepiotas en el campo
Queremos agradecer a Francisco de Diego Calonge el haber impartido, a finales de los años 80 del pasado siglo, un curso práctico de setas en Ávila, que junto con su libro “Hongos de nuestros campos y bosques” (ICONA, 1975) fueron el germen de la afición a las setas de algunos miembros de nuestra familia. Aprendimos a respetarlas, conocerlas y a disfrutar del consumo de algunas de ellas que cada otoño no suelen faltar en los bosques y praderas de la cuenca alta del río Corneja.