El limón mandarina pertenece a la familia Rutaceae, al género Citrus, su nombre científico es Citrus Aurantifolia. Limón mandarina es un híbrido (mezcla) que une el limón (Citrus Limón) y la mandarina (Citrus reticulata). Es un fruto con sabor muy ácido y refrescante, cuya pulpa es de color anaranjada al igual que la cáscara.
Conocido comúnmente como lima mandarina, limón parguayo, lima rangpur (es sabido que los rangpurs son altamente ácidos), nosotros la llamamos mandarina limón.
Existe la posibilidad que limón mandarina sea originario de la India, habiendo sido introducido en Estados Unidos mediante semillas a fines del siglo XIX.
El uso de esta planta en algunos países es ornamental, en mi ciudad es casi habitual encontrarla en los jardines de las casas para consumo del fruto, como aderezo, como complemento de jugos o limonadas y como sustituto del limón amarillo cuando éste disminuye en el mercado. Exixte una abundante lista de las propiedades de este fruto que son de beneficio para la salud, solo para mencionar algunas: mantiene en alto el sistema inmunológico, concentra gran cantidad de vitamina C tan necesaria en temporadas frías, curativa en casos de obesidad, indigestiones, acné, y muchos otros.
El fruto de limón mandarina es de forma redondeada, como un globito achatado, de tamaño mediano variable de 3 a 6 centímetros de diámetro, con la piel de color anaranjado cuando ha llegado a su punto de madurez.
Lo extraordinario de esta planta es que mientras los frutos ya están maduros, simultáneamente la floración continúa brotando, es un ciclo que se repite casi de manera perenne.
La planta que muestran las fotos es para mí muy especial, la habíamos comprado con mi hijo mayor en la feria de plantas hace 4 años atrás, en ese tiempo la plantita estaría midiendo unos 30 centímetros de altura. La plantamos juntos en un lugar muy soleado del jardín, el primer año sufrió mucho, al punto que casi muere, perdió, porque se secó, lo que parecía su ramita principal, las otras 2 o 3 ramitas secundarias también estaban en el mismo camino, ya nadie albergaba esperanza de vida para ella, pero no me conformé, determiné que si dependía de mí, ella no se perdería, tuve que aplicarle grandes dosis de repetidos discursos casi diarios, tanto de cariño como de coraje, y por supuesto riego adecuado. Aquí la vemos ahora tan llena ella de flores y de frutos que por cierto son las primicias. Quienes convivimos con las plantas no ignoramos su gran sensibilidad, son asombrosas.