Existen multitud de hortalizas que consumimos por sus hojas, las tradicionales verduras. Dentro de estas podíamos englobar las acelgas, espinacas, lechugas, escarolas, brócolis, coles, achicoria, cardos, berro, apio...
Una característica a todas ellas es que por regla general todas se pueden sembrar de manera directa en el terreno.
Suelen ser cultivos de todo el año o de estaciones otoñales e invernales, por lo que se adaptan muy bien al frío, aunque algunas prefieren temperaturas más templadas como las lechugas.
Prefieren los suelos frescos, con buen drenaje y que ligeros. No son muy exigentes en abono, pero necesitan grandes cantidades de nitrógeno para poder desarrollar sus grandes hojas.
Tampoco son muy exigentes con el riego, si bien al principio del cultivo necesitan mayores cantidades de agua después les bastará con que mantengamos un mínimo de humedad.
Sus raíces son pequeñas ya que buscan nitrógeno en la tierra y no necesitan de grandes raíces para encontrarlo, al contrario por ejemplo de las hortalizas de raíz que desarrollan grandes raíces buscando potasio.
Una buena asociación para los cultivos de hojas son los cultivos de raíz ya que estos últimos desarrollaran grandes raíces para conseguir potasio y los de hoja desarrollarán raíces pequeñas para conseguir el nitrógeno necesario. Un ejemplo de esto sería asociar lechuga y zanahoria. También son buenas socias de tomates, guisantes y judías.
Es necesario no prolongar su cultivo en la misma parcela durante mucho tiempo ya que empobrecen el suelo.
Todas ellas poseen muchas propiedades beneficiosas, grandes cantidades de agua vitaminas A y C, minerales como el hierro, el potasio, y el calcio, antioxidantes y fibra. Estos elementos les otorgan propiedades anticancerígenas, diuréticas y antioxidantes, convirtiéndose en un alimento imprescindible para cuidar de nuestra salud.
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